El diagrama de Copérnico con el que cambió para siempre nuestra idea del cosmos

Es imposible para nosotros hoy imaginarnos cuán revolucionaria fue la idea de Nicolás Copérnico. Incluso aquellos que tienen fe en que la verdad absoluta está consignada en páginas de libros como la Biblia o el Corán saben que nuestra comprensión del mundo está sujeta a cambios, a sorpresas, pues si de algo hay pruebas es de que lo que sabemos puede ser una ilusión.
Precisamente una de esas pruebas es el diagrama que apareció al principio de un libro llamado «De Revolutionibus Orbium Coelestium» o «Sobre las revoluciones de las esferas celestiales», publicado en 1543, el año en el que murió su autor en la ciudad de Frombork, en el noreste de Polonia.
Era el dibujo de un Universo, no con la Tierra en su centro, sino el Sol. Su concepto era un delito contra todas las creencias apreciadas de la época, una ofensa contra el conocimiento, contra el pasado, contra la religión y hasta contra el sentido común.
Lo sabido
Copérnico no fue el primero en considerar un sistema heliocéntrico; los griegos ya lo habían pensado. Uno de ellos, Aristarco, se tomó en serio la idea pero fue ridiculizado por defender una teoría tan obviamente irracional. Lo que hoy nos parece tan natural, en el siglo XVI amenazaba los fundamentos mismos del pensamiento occidental, tanto que era peligroso.
Durante más de 2.000 años, los hombres habían creído que la Tierra era estática en el centro del cosmos, con el Sol y los planetas moviéndose a su alrededor. Intentar demostrar lo contrario era una locura. Por un lado, contradecía a uno de los más grandes científicos del pasado clásico: el astrónomo Claudio Ptolomeo (c. 100 d.C. – c. 170 d.C.)
Aunque había muerto mil años antes de cuando nació Copérnico, sus ideas todavía se consideraban como la verdad del evangelio. Sin embargo esa verdad tenía un precio.
Para poder darle sentido a toda la gama de movimientos planetarios como se veían desde su Tierra «estática», Ptolomeo se había visto obligado a inventar órbitas complejas a las que llamó epiciclos. A Copérnico el sistema ptolemaico le parecía demasiado complejo: las órbitas planetarias, estaba convencido, deberían ser simples y circulares, armoniosas y hermosas.
Y, como han notado muchos científicos, ese deseo de simplicidad y belleza es lo que a menudo conduce a la verdad.Pero el problema era aún más serio. Aristóteles había creado todo un sistema de física, que explicaba desde el clima hasta fenómenos meteorológicos, basado en un universo geocéntrico.
Descartar a Ptolomeo significaba perder también el resto de la física clásica. Como si fuera poco, Copérnico no podía ignorar al mucho más poderoso mundo de la Iglesia.
Lo creído
La Biblia -como era interpretada en ese entonces- dejaba muy claro que Ptolomeo tenía razón, en escritos como el Salmo 93: «Etenim firmavit orbem terrae, qui non commovebitur» – «Él ha afirmado la tierra, que es inamovible»
Socavar las escrituras era herejía. Eso ya de por sí habría sido lo suficientemente alarmante para cualquier erudito cristiano en Europa. Y, para Copérnico, objetar las enseñanzas teológicas era aún más duro y peligroso pues era un canónigo que se encargaba de cuidar los altares de la catedral de Frombork. Dentro de ella, era un hombre de fe, que no podía consentir la publicación de tan extraordinariamente nueva idea.
Copérnico se había mudado a Frombork alrededor de 1510. Tenía entonces unos 30 años, y era un hombre educado, graduado de las universidades de Cracovia, Bolonia y Padua. Tenía títulos en Derecho, Divinidad y Medicina, y hablaba varios idiomas. Pasaría el resto de su vida allá, como sirviente de la gran catedral, donde su tío ocupaba el poderoso cargo de obispo.
No obstante, fuera de la catedral, Copérnico era un matemático que no podía dejar de pensar en esa otra realidad que sus observaciones del cielo nocturno le revelaban.
Lo sencillo
Al dibujar el diagrama, comenzó a ver la simplicidad y la belleza que buscaba. Cada planeta en una órbita circular uniforme alrededor del Sol. Era un nuevo sistema radical para todo el Universo. Pero incluso si era correcto, ¿cómo podría probarlo?
Su manuscrito revela cómo intentó hacerlo. Comienza con una descripción de su universo heliocéntrico. Pero casi todas las páginas del extraordinario trabajo no están llenas de palabras, sino de números.
Cálculos, teoremas y dibujos geométricos sustentan el diagrama. Estaba resolviendo un problema matemático increíblemente abstracto. Fue un ejercicio científico de cálculo numérico en una escala épica.
Tomó los datos de miles de años de observaciones astronómicas anteriores, los combinó con los suyos y recalculó minuciosamente todas las posiciones planetarias para ver si su nueva y audaz teoría encajaba con los hechos.
Lo improbable
Pero las consecuencias del diagrama parecían impensables. La Tierra sería expulsada de su posición central única y disparada millones de kilómetros al oscuro vacío del espacio. Encima, Copérnico hablaba de que nuestro planeta giraba sobre sí mismo y alrededor del Sol.
Fue la primera persona en la historia en identificar este doble movimiento global de giro y órbita, pero por extraordinaria que fuera su visión, no la podía probar.