Nahui Olin: la mujer-movimiento que cimbró las buenas conciencias

María del Carmen Mondragón Valseca, mejor conocida como Nahui Olin, dijo acerca de su sobrenombre: «Mi nombre es como el de todas las cosas: sin principio ni fin». Nahui Olin proviene de los vocablos en náhuatl que hacen referencia al legendario Quinto Sol, el Sol del Movimiento.
Carmen nació el 8 de julio de 1893, como parte de la aristocracia porfiriana. Sus padres son el teniente coronel Manuel Mondragón y Mercedes Valseca. Sin embargo, dicha aristocracia tenía sus días contados. La Revolución desplazó a los que que formaban parte de la élite que acompañó al régimen de Díaz, entre ellos, el general Mondragón. En 1913 es de los principales organizadores del golpe militar contra el gobierno de Francisco I. Madero. Tras la llegada de Victoriano Huerta a la presidencia, es nombrado secretario de Guerra. Su nuevo puesto no dura mucha, pues en junio de ese mismo año, Mondragón renuncia a su ministerio, lo que lleva a algunos miembros de su familia al exilio en París. (Cruz, 2020)
Carmen, quien se había quedado en México tras el exilio de sus padres, se casa con Manuel Rodríguez Lozano, entonces cadete del Colegio Militar y después pintor. Alrededor de 1914, los esposos parten también a Francia. Un matrimonio que no durará mucho después de su regreso al país en 1921 (aunque legalmente nuca podría divorciarse de él).
«Se cree que durante esos años que vivió entre Francia y España —entre 1914 y 1921— conoció a personajes como Picasso, Braque y Matisse, que la provocaron a iniciarse en el mundo del arte. Durante estos años se interesó por el feminismo, que influyó en parte de su obra, mientras su relación con Rodríguez Lozano se derrumbaba a pedazos. Carmen tuvo un hijo con él y entre los mitos que rodean a la pareja, algunos creen que Nahui Olin asfixió a su hijo tras enterarse que su esposo era homosexual. Otros piensan que el bebé murió súbitamente mientras dormía. Lo que cuentan sus amigos es que esta muerte acabó por alejarlos aún más». (Reyna, 2018)
A su regreso a México conoció al fotógrafo Edward Weston para quien modeló, a Diego Rivera, quien la pintó, y a otros personajes como Tina Modotti, Frida Kahlo, Antonieta Rivas Mercado y Lupe Marín.
Sería Gerardo Murillo, el Dr. Atl, el amor tempestuoso en la vida de Carmen, quien es en medio de esa relación que se convierte en Nahui Olin (nombre que le dio el pintor), la poeta y pintora que pasaría a la historia como una de las mujeres que lucharon por expresarse libremente en todos los ámbitos en un México al que nos le cuadraban tales manifestaciones. A la postre, se le considera pionera en la batalla por la liberación sexual femenina, pero en aquella década de principios del siglo XX se le consideró una exhibicionista carente de la moralidad que dictaban las buenas conciencias.
Los reclamos de la sociedad capitalina no se hicieron esperan cuando a Olin se le ocurrió «montar en la azotea de la antigua Casa del Conde de la Cortina (en República de Uruguay, en el centro de la capital), una exposición de fotografías de sus desnudos, obra de Antonio Garduño (el mismo que años antes había hecho magníficos retratos de Emiliano Zapata). El escándalo crece cuando sus instantáneas plenas de erotismo y sensualidad empiezan a aparecer en las portadas de revistas ilustradas como Ovaciones y La Prensa«. (Cruz, 2020)
Hizo de su cuerpo una forma de expresión tan válida como sus poemas o sus pinturas. La doble moral propia de la época hacía que Nahui escribiera:
“Qué me importan las leyes, la sociedad, si dentro de mí hay un reino donde yo sola soy”. A la par, se da a la tarea de crear asociaciones feministas de apoyo a las mujeres. «En 1935 también fundó la Liga Feminista de Lucha contra las Toxicomanías, que buscaba erradicar los vicios que, a su juicio, no permitían el progreso del país; con ella pronto se unió a otros grupos que buscarían el voto femenino, la igualdad de derechos frente a los hombres, acceso al trabajo con apoyos a la maternidad, derecho a poseer tierras, la integración de las mujeres indígenas y el acceso a la educación para todas las mujeres». (Infobae, 2020)
Pese a su frenética labor en la lucha social, «con el tiempo, su carácter libre y explosivo la lleva a aislarse del medio artístico nacional. Entre las décadas de 1930 y 1940 aún está presente en algunas exposiciones importantes, pero después ya solo vive de dar clases de dibujo y se le ve pasear, rodeada de gatos, por la Alameda Central de Ciudad de México». (Cruz, 2020)
Algunas versiones sobre la parte final de su vida mencionan que: «Durante los años 70, quedó atrás el esplendor y vivió completamente en la ruina. Caminaba por las calles del Centro Histórico de la ciudad, a veces sin bañarse y hablando sola. De la luz que Nahui Olin irradiaba bailando al ritmo del Charleston ya no quedaba nada. El “sol de movimiento” se había apagado, pero su leyenda aún sigue viva, como la luz de una supernova». (Reyna, 2018).