El libro ilustrado es el primer museo que descubren los niños

El arte sigue siendo un canon, una palabra que llega a nuestra mente de forma definida y que nos genera timidez para acercarnos, en cambio.

Las ilustraciones carecen de este dogma y conservan su capacidad de interpretación, señaló el ilustrador Gabriel Pacheco durante la charla Un mundo ilustrado transmitida por Libros UNAM durante la Feria del Libro y la Rosa 2020.

“El libro ilustrado es el primer museo que descubren los niños. La fluidez de la ilustración, así como el que su quehacer sea visto como un juego, permite que cualquier lector se enfrente a la obra sin ningún dogma, con lo cual le restituye a la imagen el carácter poético, de interpretación”.

En estos momentos en que todos estamos encerrados en casa, añadió, existe el terror al aburrimiento y a perder el tiempo, pero no se es consciente de que en el acto de perder el tiempo hay una posibilidad de generar otras realidades.

“El arte camina en la pérdida de tiempo porque es un momento de vida invisible a la imagen, por eso cuando un niño abre un libro, además de ver un oso o una bruja encuentra un espacio donde se refleja. La imagen junto con la lengua genera un universo casi filosófico”.

Leer todos los elementos de un libro recupera un estado poético que pertenece al ser humano pero que se ha perdido por el ritmo de vida tan acelerado.

“Hemos perdido el poder crear pequeñas cosas como el hacer de una caja un casco”.
Gabriel Pacheco, cuya obra se encuentra en libros como Hago de voz un cuerpo de María Baranda, apuntó que la ilustración posee vacíos que estimulan la imaginación.

“La ambigüedad crea conflictos que permiten a la interpretación llenar los faltantes. Mirar es un acto fisiológico al que si se le incluye tiempo se le convierte en contemplación, un acto que por ser mucho más lento permite apreciar cosas que no se ven en el cotidiano”.