¿Es cierto que la vida va más rápido que antes?

Las máquinas y la construcción de la modernidad. Si no entendemos nuestro propio sistema de tiempo, tampoco nos entenderemos plenamente a nosotros mismos.

Hannah Gay, “Clock Synchrony, Time Distribution, and Electrical Timekeeping in Britain, 1880-1925”.

Tendemos a pensar en la sociedad de alta velocidad como un fenómeno reciente asociado al crecimiento de las tecnologías digitales.

Sin embargo, las pretensiones de que la tecnología aniquila el tiempo y el espacio no son nuevas. Aquí consideraré el impacto de los enormes cambios tecnológicos que tuvieron lugar más o menos en el siglo pasado, algunos de los cuales posiblemente resultan tan significativos como los que ha comportado Internet.

No es mi propósito discutir el hecho de que las temporalidades contemporáneas se han visto radicalmente alteradas por las TIC, sino más bien informar nuestra interpretación añadiendo una perspectiva histórica.
Al fin y al cabo, los argumentos sobre el creciente ritmo de vida solo tienen sentido en contraste con un supuesto pasado más lento.

Veremos que nuestra actual adhesión a la velocidad tiene antecedentes bien establecidos.

De hecho, gran parte de lo que hoy se atribuye a la migración masiva al mundo online tiene profundas raíces en etapas anteriores de la evolución técnica.

En el mundo moderno, controlar el tiempo es una actividad tan esencial como habitual, y nos dedicamos constantemente a monitorizarlo y verificarlo. Los teóricos sociales afirman que nuestra obsesión por medir el tiempo se remonta a la institucionalización del tiempo de reloj en el marco del capitalismo.

El texto clásico en este sentido es el de Edward Thompson, donde el autor define el tiempo de reloj como disciplinario e íntimamente ligado a la mercantilización del tiempo como dinero.