El desquite de los guerreros aztecas; la Noche Triste, desde los códices

Detalles dramáticos. Esto es lo que aportan los testimonios indígenas sobre la batalla de la Noche Triste, la única que los mexicas ganaron a los españoles; a través de sus códices y los informes que dieron los tlamatinime (sabios) a fray Bernardino de Sahagún, los antiguos mexicanos narran cómo asediaron a los conquistadores, cómo lucharon contra ellos y cómo también pueden ser guerreros crueles.

Los investigadores Patrick Johansson, Leonardo López Luján y Alejandro Rosas coinciden en que esta batalla, ocurrida en el corazón de Tenochtitlan el 30 de junio de 1520, hace casi 500 años, fue un parte aguas histórico, pues “a partir de esa noche cambió la idea del conquistador Hernán Cortés sobre cómo debería ser la conquista”, especifica Rosas.

La Noche Triste, narra Miguel León-Portilla en la Visión de los vencidos, fue la respuesta de los aztecas a la matanza preparada por Pedro de Alvarado durante la fiesta de Tóxcatl, celebrada por los nahuas en honor de su dios Huitzilopochtli.

Establecidos ya los españoles en México-Tenochtitlan, Motecuhzoma se convirtió prácticamente en prisionero de Cortés. Varios textos indígenas, como el Códice Ramírez, la XIII relación de Ixtlilxóchitl y el Códice Aubin, se refieren de manera directa a la matanza. Cortés se había ausentado de la ciudad para ir a combatir a Pánfilo de Narváez, quien había venido a aprehender al conquistador por orden de Diego Velázquez, gobernador de Cuba. Alvarado alevosamente llevó al cabo la matanza, cuando la fiesta alcanzaba su mayor esplendor”, narra don Miguel.

Así las cosas, apunta, Cortés regresó a Tenochtitlan con un mayor número de soldados, tras haber vencido a De Narváez. Los informantes de Sahagún relatan que el conquistador “hizo disparar los cañones al entrar en las casas reales de Motecuhzoma. Esta fue la señal que dio principio a la guerra. Durante cuatro días se luchó con denuedo”.

Fue entonces, continúa León-Portilla, “cuando los españoles arrojaron a la orilla del agua los cadáveres de Motecuhzoma y de Itzcuauh-
tzin. El texto indígena pinta las exequias de Motecuhzoma y el duro juicio que acerca de su actuación pública formularon algunos mexicas. Pasados siete días, los españoles se aprestaron para abandonar por la noche a Tenochtitlan. Entonces, tuvo lugar el desquite de los guerreros mexicas, que se conoce como la Noche Triste».

VOCES MEXICAS

Los indígenas detallan así la huida de los conquistadores. “Cuando hubo anochecido, cuando llegó la medianoche, salieron los españoles en compacta formación y también los tlaxcaltecas todos. Los españoles iban delante y los tlaxcaltecas los iban siguiendo, iban pegados a sus espaldas. Cual si fueran un muro, se estrechaban con aquéllos. Llevaban consigo puentes portátiles de madera: los fueron poniendo sobre los canales: sobre ellos iban pasando”.

Sobre la batalla, describen. “Luego se ponen en plan de combate los que tienen barcas defendidas. Siguen, reman afanosos, azotan sus barcas, van dando fuertes remos a sus barcas… Las barcas defendidas por escudos, por un lado y otro vienen a encontrarlos. Se lanzan contra ellos.

Pero los españoles también tiraban a los mexicanos. Lanzaban pasadores, y también tiros de arcabuz. De un lado y de otro había muertos. Eran tocados por las flechas los españoles, y eran tocados los tlaxcaltecas. Pero también eran tocados por los proyectiles los mexicanos”, agregan.

Dicen que, al amanecer, los españoles alcanzaron Popotla. “Pero allí llegaron dando alaridos, hechos una bola en torno de ellos los mexicanos. Llegan a coger presos tlaxcaltecas y aún van matando españoles. Pero también mexicanos mueren: gente de Tlatelolco. De una y de otra parte hubo muertos”.

días pasaron desde la matanza del Templo Mayor y el regreso de Cortés para que los conquistadores huyeran

Y también explican qué hicieron con los cuerpos de “los tlaxcaltecas, los de Cempoala y los españoles” que se habían despeñado en el canal de los toltecas. “Fueron siendo llevados en canoas; entre los tules, allá en donde están los tules blancos los fueron a echar: no más los arrojaban, allá quedaron tendidos. También arrojaron por allá a las mujeres (muertas): estaban desnudas enteramente, estaban amarillas; amarillas, pintadas de amarillo, estaban las mujeres. A todos éstos desnudaron, les quitaron cuanto tenían: los echaron allá sin miramiento, los dejaron totalmente abandonados y desprovistos.

Pero a los españoles, en un lugar aparte los colocaron, los pusieron en hileras. Cual los blancos brotes de las cañas, como los brotes del maguey, como las espigas blancas de las cañas, así de blancos eran sus cuerpos”, apuntan.

PROCESO DRAMÁTICO

Leonardo López Luján y Patrick Johansson explican que el testimonio indígena más importante es el Libro 12 del Códice Florentino, que conjunta todos los informes que dieron los sabios a Sahagún.

En el Libro 12 se cuenta todo el pasaje de la Conquista y no sólo se narra el momento de la Noche Triste, sino que nos dice qué pasa después, cuando los españoles salen en retirada. Aseguran que los mexicas van al lugar donde se efectuó la batalla, por la actual avenida Hidalgo, para recuperar lo que habían dejado ahí los españoles y sus aliados. Hay unas ilustraciones donde se ve que los mexicas están recuperando las armaduras, las espadas”, añade López Luján.

El arqueólogo destaca que son menos los testimonios indígenas que los españoles. “Es labor de los historiadores confrontar ambas versiones y tratar de averiguar con fundamentos sólidos lo que realmente sucedió. El proceso de Conquista fue dramático. No lo podemos soslayar, pues estos acontecimientos siguen proyectando sus sombras y sus luces sobre el México de hoy”, piensa.

Alejandro Rosas concluye que la Noche Triste “es el momento en que cambia lo que pudo haber sido una conquista pacífica a una violenta y lo que dio lugar al sitio de Tenochtitlán de más de 70 días.

Hasta ese momento, Cortés estaba consciente de que a través de la conciliación podían hacerlo mejor, o que podía ser una conquista menos cruenta. Todo le había salido muy bien, había sabido leer las enemistades de los pueblos indígenas, había logrado comprender la dinámica del Valle de México y los pueblos vecinos, entender cómo se movían los aztecas. Salvo Cholula, se había derramado poca sangre”, indica.

El historiador añade que don Hernán “era más que un guerrero un político y no creo que haya autorizado la matanza, no le convenía. Creo que él sí apostaba a que podía persuadir a los aztecas de someterse al rey de España, pero le dio en la torre De Alvarado. En la Noche Triste, salvaron la vida de milagro”.

Johansson cree que tal vez la historia hubiera sido diferente si al final, cuando los mexicas expulsaron a los españoles hasta Tlacopan (Tacuba), no hubieran muerto Chimalpopoca, el hijo de Motecuhzoma, y el príncipe tepaneca Tlaltecatzin, quienes dirigían y guiaban la batalla. “Tal vez los hubieran alcanzado y acabado con todos. ¿Te imaginas si ahí hubiera muerto Cortés?”.