Embajador Landau, intervencionista como John Gavin; ¿operación CIA?

El embajador estadounidense de Donald Trump en México, Christopher Landau, ha decidido archivar en su escritorio las sonrisas y sus paseos turísticos entre chalupas y tacos para comenzar a organizar un operativo de intervención en México en temas de seguridad.
Dos datos deben registrarse, en medio de los debates agobiantes sobre el asunto de feminicidios-feminismo: sus reuniones con organismos empresariales mexicanos saltándose los protocolos diplomáticos y sus palabras agresivas y regañonas una reunión con el secretario mexicano de Seguridad y Protección Ciudadana.
Con el canciller Marcelo Ebrard Casaubón alejado de su oficina con permiso especial para viajar a París y el responsable del Tratado Comercial 2.0 a cargo de los asuntos delicados de seguridad nacional con Washington, la relación estratégica de los EE. UU. con México ha sido tomada por el embajador Landau sin respetar las reglas diplomáticas. Al contrario, Landau parece haber asumido el cargo de representante especial en México de la comunidad de los servicios militares, de inteligencia y seguridad nacional de la Casa Blanca.
Los pasos del embajador Landau siguen con exactitud las huellas dejadas por el embajador de Reagan en México, el actor de origen mexicano John Gavin, quien utilizó el secuestro y asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar en febrero de 1985 para manejar una vasta operación de presiones políticas, diplomáticas y legislativas contra Mexico, Y si el objetivo central fue señalar la complicidad de oficinas mexicanas de seguridad con el cártel de Caro Quintero, aprovechó el viaje para obligar a la Federal de Seguridad mexicana a deslindarse del Stasi de Alemania comunista y entregarse por completo a la CIA.
En términos funcionales, el verdadero jefe de la estación de la CIA en México fue Gavin. José Antonio Zorrilla Pérez renunció a la DFS no por el caso Buendía, sino por haber expulsado a la CIA de esa oficina de seguridad política del Estado.
De nueva cuenta ahora mismo la embajada estadounidense en México se salta protocolos diplomáticos. Y como en 1985 lo hizo el embajador Gavin, hoy Landau se centra en temas de seguridad nacional.
La Reunión Binacional de Planeación y Seguridad Fronteriza México-EE. UU. ha sido aprovechada por Landau para culpar de todo a México, a pesar de que México ha señalado la corresponsabilidad en la crisis de seguridad por el tráfico de armas de los EE. UU. a México proveniente de cuerpos militares estadounidenses y la complicidad de funcionarios fronterizos y sobre todo por la demanda de drogas de los más de 30 millones de adictos en los EE. UU.
Los comportamientos regañones del embajador Landau forman parte del papel que el presidente Donald Trump le ha asignado a México en su campaña para la reelección presidencial. Además del muro, Trump está atizando el pánico del electorado estadounidense ya no sólo con los migrantes sin permisos legales para permanecer dentro de los EE. UU., sino destacado la violencia de esos ilegales contra ciudadanos estadounidenses.
A pesar de que la producción, tráfico y violencia por parte de los cárteles mexicanos está determinada por la demanda de droga por consumidores estadounidenses, el gobierno de los EE. UU. ha usado a las bandas mexicanas como pretexto para irse metiendo en las estructuras de seguridad mexicana y para determinar el contenido de los programas de seguridad. El embajador Landau ha comenzado a azuzar el pánico entre estadounidenses de ambos lados de la frontera señalando que están inseguros en México y que urge mayor participación física de fuerzas de seguridad estadounidenses en México, una variante del modelo de la colombianización.
Sin embargo, el problema de los EE. UU. en efecto son los cárteles, pero no tanto en la producción, tráfico y violencia en México, sino el hecho de que esos cárteles mexicanos ya están dentro de los EE. UU. y controlan la recepción, tráfico y venta al menudeo de droga mexicana en más de 3 mil ciudades estadunidenses.
Es decir, los cárteles mexicanos son la principal estructura criminal e ilegal en los EE. UU., sin que las autoridades locales y federales estadunidenses hagan algo para desmantelarlos o aplastarlos.
Lo que queda por indagar en este punto es la posibilidad de que las autoridades estadounidenses toleren a los cárteles mexicanos en los EE. UU. porque serían la única manera de hacer fluir la droga al menudeo entre los consumidores, sobre todo los de las minorías raciales cuya violencia se basa en el nivel de acceso a las drogas.
Los EE. UU. no quieren bajar el tráfico de drogas en su territorio, sino que sólo buscan administrarlo. El consumo de drogas es un mecanismo de control social de minorías sin futuro viable.

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