En un mundo cada vez más vulgar donde todo se publicita, donde nada es enteramente privado y cada cosa tiene que exhibirse.
Transformarse en un acontecimiento aunque no lo sea, la partida de Plácido Arango va a dejar un hueco profundo.
Lo va a dejar por su prudencia; sus modales corteses, de otro tiempo.
Tan de ultramar; por su carácter reservado; por los secretos bien protegidos de una persona que, teniéndolo todo, jamás hizo alarde de nada.
En los negocios fue un visionario.
Entre otras muchas hazañas, trajo París y sus drugstores al Madrid oscuro y triste de la dictadura, el de mi infancia, creando…