La boda de la hija del Chapo y la socialización del crimen

En efecto, la boda de la hija de El Chapo Guzmán remitió a la boda de la hija de El Padrino don Vito Corleone, novela y personaje de Mario Puzo. Se trata de actos que implican la socialización de la sociedad del crimen: los delincuentes no pueden marginarse de la vida cotidiana, con el pretexto no confirmado de que esposas e hijos no son criminales, aunque sí participan de los beneficios del crimen.
En la boda de El Padrino conviven políticos, funcionarios, jueces, abogados, sectores sociales no criminales. Las bodas son espacios de socialización: ¿para qué tener dinero si no se puede usar ni exhibir? Los invitados fuera del ámbito del crimen justifican asistencias con argumentos comunes: las familias están fuera del juego delictivo.
La hija de El Chapo pudo haber tenido una boda discreta, de pueblo, en ranchos cerrados. Pero… no. Fue en la catedral de Culiacán, Sinaloa, aislada por un anillo de guardias armados, una lista cerrada y luego una fiesta rumbosa. Y resulta que nadie supo nada, ninguna autoridad civil o eclesiástica se enteró de esa unión, a pesar de que una boda exige participación civil y religiosa por aquello de los certificados legales.
Hasta donde se tienen datos, ni la novia, ni el novio, ni alguno de los padrinos tiene órdenes de aprehensión ni carpetas abiertas de investigación. Sin embargo, la boda tuvo mucho de estructura criminal. Luego se supo que Ovidio Guzmán López, el hijo de El Chapo que provocó el incidente violento de octubre pasado tienen sólo solicitud de extradición, pero no orden de aprehensión. Ahora falta por saber si Ovidio es el delincuente que dicen los EE. UU. que está encargado del área de producción den fentanilo, la base de la droga más letal en los EE. UU. porque se produce sin límites químicos. Y que por eso hasta el fiscal estadunidense William Barr vino a México a exigir su arresto.
Lo que debe saberse, también, es si se es delincuente con orden de extradición por delitos contra la salud, pero no se es delincuente porque no cuenta con la orden de aprehensión en México. Porque legalmente, como se quiso hacer en octubre, Ovidio quiso ser detenido –no arrestado, si valen los significados de las palabras– para subirlo a un avión, enviarlo a los EE. UU. y dar por finiquitada una orden de extradición sin pasar por el arresto.
El problema, pues, no es que no existen órdenes de aprehensión contra delincuentes mexicanos. Lo que llama la atención es la audacia de realizar actividades de exhibición pública que implican actos de socialización y que provocan caras de desconcierto para ver a una familia del principal cártel del narcotráfico celebrando actos religiosos-sociales en medio de cifras de homicidios dolosos que siguen subiendo.
La construcción de la paz que ha comenzado con la ausencia de persecuciones violentas y a balazos de delincuentes no se ha dado para socializar a los delincuentes, sino para que esa sociedad criminal comience a retirarse de los delitos violentos para pasar a la legalidad y no seguir siendo delincuentes y por encima de ello celebrar reuniones sociales ostentosas.
El Chapo Guzmán está en una prisión por delincuente, traficante de drogas y criminal, como lo exhibe en una repetición la serie producida por Univisión en la que se ve la construcción de un Padrino con la complicidad de políticos, funcionarios y policías.
A partir de la boda en Culiacán puede ya rodarse El Padrino Mexicano.

Ley de la Omertá

El argumento de legalizar las drogas para acabar con los delitos viene de atrás y tiene fundamento racional. En “Concepción apologética de la productividad de todas las profesiones”, Karl Marx señalaba que el delito genera producción, productividad y empleos. Y en un capítulo de Los documentos de El Padrino, el escritor Mario Puzo incluye una crónica realista, irónica y hasta cínica de cómo el delito en los EE. UU. tiene que ver con el auge del capitalismo.
“El delito es beneficioso para América”, dice la primera frase del creador de don Vito Corleone, el mafioso que conquistó el corazón del cine.
No se refiere a los criminales, sino a los delincuentes que hacen funcionar la economía de la corrupción; por ejemplo, los policías que reciben sobornos y destinan ese dinero a comprar acciones de Wall Street, a dinamizar el mercado inmobiliario, a sostener a la industria automotriz o a financiar algunas escuelas particulares.
Se trata, dice con seriedad, del “soborno honesto” que pagan a los policías por arte de corredores de apuestas, prostitutas, violadores de ordenanzas municipales, los estafadores, los ambulantes”. Son actividades incontrolables. Pero pagan sobornos a policías y ese dinero alimenta el capitalismo diario del mercado.
La corrupción de todos modos está debajo de la honestidad falsa, “embozada en los ropajes de la ley, enmascarada por la religión, armada con una autoridad nacida de los comienzos de la historia” y “es, por sí misma, la gran criminal de la humanidad”.

Zona Zero

El tema de los abusos sexuales por sacerdotes de los Legionarios de Cristo tiene una vertiente doble: no sólo la protección del Vaticano a su fundador y ahora a sus sucesores, sino la parte más candentes del delito de violación y agresiones. No son asuntos menores, sobre todo si desde hace unos seis años se multiplican las denuncias contra varios de ese grupo. A ver si el Estado se atreve.
· La crisis de seguridad en Guanajuato sigue profundizándose. El periódico Reforma, en su Ejecutómetro, colocó a Guanajuato como la entidad con mayor número de homicidios dolosos en enero, 376, el 27% de los 1,391 ocurridos. Un estado que representa el 3% de las 32 entidades, concentra el 27% de muertos. Algo está fallando a nivel local, sobre todo porque se trata de delitos de fuero común, es decir, de responsabilidad de gobernador y alcaldes.

El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad

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