Y cuando despertamos, Auschwitz seguía aquí…

He visto cuerpos mutilados en afanes de amenaza y venganza; he visto casquillos humeantes junto a charcos de sangre coagulada; escuchado ayes de dolor, y visto lágrimas de angustia y pérdida más veces de las que quisiera… pero… ¿cómo dimensionar la “vida” en un campo de concentración?

El mero eufemismo del nombre es conflictivo, ¿a qué alude?, no a una actividad intelectual intensa; sí a la antesala de la muerte. Para aquellos que los concibieron fue lo apropiado; la ambigüedad en el lenguaje desvirtúa la relación humana: números en vez de nombres facilitan el distanciamiento y privilegian el odio.

Borrar un número es más sencillo que tomar una vida. En los agónicos días finales de la Segunda Guerra Mundial, un joven judío, György Köves es deportado de su natal Hungría a Oświęcim, Polonia, al campo de concentración y exterminio más grande: Auschwitz.

El muchacho nos cuenta su devenir, su relación con “los otros europeos” deportados, los del Este y más allá, sus sufrimientos y esfuerzos por sobrevivir en un medio que día a día los sentencia a muerte.

Narrado con la inocencia de un aún niño muchacho que descubre el horror, se ha considerado el relato como apático ante las atrocidades que consigna. Descarnadamente comparte que ya en los huesos se lastima una pierna (a días de que liberen Buchenwald), y es enviado a la enfermería (las más de las veces sinónimo de cámara de gas).

Trasladado en una carretilla repleta de muertos, él es el único que parpadea; termina en el hospital.

Pese a que su pierna se agusana a diario aún recibe su magra ración; un día su compañero de litera muere y György se queda con su comida hasta que la descomposición del vecino lo delata.
La historia está en Sin destino, novela de Imre Kertész, parte del tríptico que el narrador húngaro le dedica al dolor de la Shoa (no Holocausto, palabra que consideraba incorrecta para describir lo acontecido).

El texto le valió el Nobel en 2002 “por una obra que conserva la frágil experiencia del individuo frente a la bárbara arbitrariedad de la historia”.

Oleadas de seres humanos se mueven de un lugar a otro en búsqueda de un mejor mañana.