Alondra de la Parra, la directora de orquesta que domina el mundo

Ciento cinco músicos de la Orquesta Nacional de España esperan expectantes a que entre la persona que los dirigirá durante los próximos tres días.

Aquella sobre la que caerá toda la responsabilidad del concierto y cuyo carisma y genialidad les llevará (o no) al éxito.

Entra en el escenario Alondra de la Parra. Camina con decisión hasta situarse en el centro.Toma su batuta de cocobolo de 32 pulgadas con las dos manos, agacha la cabeza y se concentra mientras toda la orquesta la mira esperando la señal.

El tiempo se congela en el aire durante cinco segundos hasta que mueve su mano derecha y suenan las primeras notas.

¿En qué piensas en esos momentos?

En esos instantes, con los ojos cerrados, veo una por una las ca- ras de todas las personas que me han ayudado a estar ahí. Los que han sacrificado algo de sí mismos para que yo esté donde estoy. Mis padres, mis maestros y mis hermanos…

Cada vez que piso el escenario pienso que no ha sido sólo mi esfuerzo, sino el de todos ellos, y comienzo agradeciendo.

Cuando eres directora invitada, debutando con la Orquesta Nacional de España y próximamente en la Filarmónica de Bremen o Bruckner Orchester Linz, sólo tienes tres días para practicar con la orquesta. ¿Cómo lo logras?

El primer contacto es crucial. Y debe ser muy eficiente porque todo es muy rápido.

No hay tiempo que perder y hace falta una concentración gigantesca por parte de todos. Juntar a una orquesta tan grande lleva mucho esfuerzo y dinero, por eso debe ser una máquina perfecta.Y eso me gusta mucho.

¿Cuál es tu primer recuerdo musical?

Abrir una pequeña caja de música que tenían mis padres, cuando tenía tres años. Recuerdo la sensación que me atravesó más que la música en sí.

¿Cuándo decidiste ser directora de orquesta?

En mi casa escuchábamos mucha música y veíamos videos de orquestas.

Cuando tenía 13 años, mi padre me dijo: “Tú tienes que ser directora de orquesta porque tienes buen oído, te gusta juntar a la gente y tienes liderazgo”.

Pensé que sí, que eso era lo que quería hacer.

Así que estudié la carrera de piano para tener una buena base, dedicándole más de siete horas diarias durante diez años. Y cuando terminé mi maestría en dirección de orquesta, decidí soltar el piano para dedicarme a la dirección. Es muy triste porque son pequeñas muertes que uno va viviendo, pero no se puede con todo…

La barrera no era que no hubiera ninguna mujer dirigiendo, sino cómo llegar a ser una música tan redonda para ser directora de orquesta. Para lograrlo tienes que estudiar toda tu vida y nunca llegas, porque siempre hay más que aprender y dominar.

¿En qué te has especializado?

Me encanta dirigir un repertorio muy amplio. Estoy muy enfocada en compositores de principios del siglo XX, como Stravinski, Bartók, Debussy, Ravel, etcétera. Pero cuando puedo incluir música mexicana, siempre lo hago.
Este año participaste en un proyecto donde la inteligencia artificial de Huawei completó la Sinfonía.