El test que filtra a docentes gays: «Me sentiría incómodo si el profesor de mi hijo fuera homosexual»

  • Por desgracia, ese bullying homofóbico y transfóbico sigue siendo una realidad

Cuando llega la hora de planificar la educación de nuestros hijos, hay elementos que son fundamentales y que dependen de los valores que enarbolen los padres. El ambiente en el que se exponen a los pequeños es fundamental y hay progenitores que abogan por involucrarles en centros inclusivos, con familias de diferente nivel adquisitivo, otros optan por colegios religiosos, o bilingües, etc. Sin embargo, hay otros factores que los padres no pueden controlar, como el número de profesores varones o mujeres que haya en plantilla o, por ejemplo, la orientación sexual de los docentes.

¿Qué pasaría si en una sociedad occidental sí importara la tendencia sexual de aquellos que se encargan de la educación de nuestros hijos? ¿Sería moralmente reprobable considerar tal orientación a la hora de contratar a profesionales de la docencia? Existen varios conceptos que definen con nitidez la discriminación, y este supuesto es uno de ellos.

En Indonesia, los profesores internacionales candidatos para dar clase en colegios privados se están encontrando con una prueba denominada de “psicológica” como parte del proceso de selección. En ella aparecen varias preguntas tipo test de las que hay dos que se han convertido en el objeto de la polémica:

“Conteste si está de acuerdo o no: ‘Me sentiría incómodo sabiendo que mi hija o mi hijo tiene un profesor homosexual”, o “verdadero o falso: La composición de género de una orgía sería irrelevante para mi participación”.

Entre otras cosas, con este cuestionario se pretende averiguar la visión que estos profesores tienen sobre la homosexualidad. Según The New York Times, medio que ha tenido acceso a este test, este tipo de prácticas son habituales en los colegios privados del país desde 2005, cuando el Gobierno implementó una ley en la que prohíbe a los colegios internacionales contratar a profesores que tengan “alguna indicación anormal de comportamiento u orientación sexual”. Básicamente, en el caso en que alguien conteste a las preguntas anteriores con un “no estoy de acuerdo” o “verdadero”, sus opciones de formar parte de la plantilla de profesores quedarían automáticamente reducidas a cero.

Indonesia es el país con mayor población musulmana y aunque la homosexualidad no es ilegal, las hostilidades son frecuentes frente a aquellas personas que forman parte de una comunidad LGTB totalmente clandestina. Ser gay, lesbiana, bisexual o transgénero es una enfermedad según esta cultura, de hecho, en algunos puntos de Indonesia, la policía cuenta con una base de datos en la que tienen identificadas a miles de personas por “enfermas”, gente que, según esta visión, necesita terapia.

El test en los colegios privados de Indonesia nace de dos premisas, la de relacionar la pedofilia con la homosexualidad, y la de dar por hecho que ser gay es una tendencia que se contagia entre personas. En 2014, un profesor canadiense y otros seis indonesios fueron acusados de abusar sexualmente de varios estudiantes en el Colegio Internacional de Jakarta. Fueron condenados a raíz de evidencias que tan absurdas como que el docente canadiense, Neil Bantleman, había usado poderes mágicos para seducir a los niños y hacer que la escena del crimen se convirtiera en invisible. Pasó cinco años en prisión y fue puesto en libertad en junio de 2019.

En Indonesia, los profesores tienen miedo a dar su opinión públicamente al respecto ya que podrían perder sus empleos. La discriminación en este sentido es clara y ejecutada sin complejos. Sin embargo, en las sociedades occidentales estos temores siguen existiendo, aunque en menor medida. La percepción de algunos padres es negativa ante la posibilidad de que el profesor de sus hijos sea gay. Uno de los casos más sonados es el de Nando López, un profesor de Literatura Universal que confesó a sus alumnos su orientación sexual, una decisión de la que se siente orgulloso aunque le costó varios “quebraderos de cabeza”.

“Hace ya 14 años, cuando entré en mi primera clase de la ESO, surgió en mí una pregunta que dudo que ningún docente que no sea LGTB se haya planteado en ese mismo momento: ¿Les diré o no mi orientación real si ese tema surge en el aula?”, expuso en un hilo de Twitter. “(…) respondí a su “Profe, ¿tienes novia” con un sencillo “Tengo novio” y, desde el primer momento, me mostré con naturalidad. Pasé 10 (estupendos) años en ese centro, un instituto donde jamás tuve un solo problema con mi alumnado por el hecho de ser visible”, aseveró.

Sin embargo, no sucedió lo mismo con algunos de sus compañeros y padres de sus alumnos, quiénes se enfrentaron a él o se quejaron de manera anónima a la dirección del centro.

“Sí que hubo algún roce con algún compañero (apenas 2 o 3) e incluso con algún padre (los menos). Como el que, de modo anónimo, se quejó de que hiciese “proselitismo gay” (literal) en mis clases de literatura. Para demostrarlo, adjuntó una fotocopia que habíamos leído en Bach. ¿Me dio algún quebradero de cabeza? Sí, pero lo viví como una simple anécdota en medio de 10 años muy positivos. Porque gracias a esa visibilidad elegida, fueron muchas y muchos los alumnos que vinieron a hablar conmigo y buscaban mi confianza para contarme lo que estaban viviendo, e incluso los padres que me citaban para intentar ayudar a sus hijos e hijas a sentirse libres. A aceptarse”, prosiguió López.

Aún en las sociedades avanzadas hay quien tiene una mentalidad más propia de aquellos que toman decisiones como la de prohibir enseñar a profesores homosexuales. Los estereotipos, las falsas creencias, las etiquetas… en los países más avanzados aún hay quién se empeña en demonizar algo que es normal. Es entonces cuando se produce una discriminación enmascarada, menos obvia que la de algunos países, pero muy viva. Demasiado.