El protocolo de Auschwitz: el escape que reveló los horrores

  • En abril de 1944, con el desenlace de la Segunda Guerra Mundial, dos prisioneros yacían ocultos cerca de la valla perimetral de Auschwitz.

Era casi imposible escapar de ese campo de exterminio. Muchos lo habían intentado pero habían sido atrapados, torturados y asesinados.

Rudolf Vrba y Alfred Wetzler, sin embargo, evitaron ser detectados por las SS nazis ocultándose entre unos troncos, en un lugar que habían rodeado con tabaco empapado en gasolina para evitar que los perros los olfatearan.

Estuvieron ahí tres días, hasta que los guardias se cansaron de buscarlos, y el 10 de abril de 1944, se escaparon para advertirle al mundo que el centro de Auschwitz-Birkenau era una máquina de matar.

Su testimonio del exterminio masivo de judíos europeos conduciría a uno de dilemas morales más difíciles del siglo XX.
Gran secreto.

Vrba y Wetzler lograron atravesar la Polonia ocupada por los nazis hasta llegar a la ciudad eslovaca de Zilina.

Eslovaquia, el país donde ambos habían nacido, estaba alineado con la Alemania nazi y fue el primero en deportar voluntariamente a sus judíos.

Vrba y Wetzler estaban desesperados por completar la misión para la que se habían preparando por tanto tiempo, buscando y aprendiéndose de memoria la mayor cantidad de información detallada sobre el campo de exterminio y lo que allí ocurría.

Hasta entonces, nadie tenía una descripción convincente o clara de lo que estaba sucediendo en Auschwitz. El exterminio de los judíos se había llevado a cabo en gran secreto.

Cuando se pusieron en contacto con el Consejo Judío en Zilina para ofrecer un informe detallado como testigos oculares, fueron tratados con precaución.
Los líderes de la organización llevaron los libros en los que habían registrado los nombres y fechas de deportación de los judíos de Eslovaquia.

Pregunta tras pregunta, respuesta tras respuesta, el mito de que se los habían llevado a campos de reasentamiento se fue desmoronando y se fueron dando cuenta de que lo que esos libros contenían era un registro de muertos.

Oskar Krasnansky, de la resistencia judía, fue enviado a entrevistarlos.

Se presentó e inmediatamente les preguntó: «¿Cómo sé que no son fantasías y que no estoy desperdiciando mi tiempo?».
Vrba le mostró su antebrazo y Wetzler, su pecho. Estaban marcados con los números 44070 y 29162, respectivamente.

Inimaginable
Es muy fácil para nosotros hoy en día cerrar los ojos e imaginar un campo de exterminio nazi. Hemos visto fotos, películas, documentales. Algunos incluso han visitado alguno de esos lugares.

Pero es realmente difícil reconstruir cuán caótica había sido la información hasta entonces.
Auschwitz no era un nombre familiar a principios de 1944.

La gente sabía que los judíos estaban siendo llevados a Polonia. La resistencia polaca había logrado conseguir alguna información sobre el campo, pero, en general, era fragmentada y a veces, hasta contradictoria.

El interrogatorio de Vrba y Wetzler fue meticulosamente registrado, como en un tribunal de justicia.

La profesionalidad con la que Krasnansky lo manejó refleja que sabía que la información que estaba obteniendo era decisiva.
De hecho, la entrevista se realizó con la idea de presentar cargos legales, por lo que se requerían hechos.

Los prisioneros en Auschwitz-Birkenau que más sabían de lo que ocurría en las cámaras de gas y los crematorios eran los miembros del llamado Sonderkommando (comandos especiales).

Usualmente eran judíos obligados bajo amenaza de muerte por las SS a asistir en la eliminación de los restos de las víctimas de las cámaras de gas.

Auschwitz era un lugar enorme, que se fue desarrollando con el tiempo y de diferentes maneras.

El primer campamento, Auschwitz I, fue abierto en 1940. Más tarde, agregaron Birkenau, a pocos kilómetros de distancia, que es donde estaban las cámaras de gas y el crematorio.

La información que dieron Vrba y Wetzler sobre el diseño del campo, la mecánica del exterminio en masa e incluso los nombres de los prisioneros individuales fue sorprendentemente precisa.

«Lo que está por venir»
Vrba y Wetzler estaban describiendo con detalles un genocidio.

Le estaban rogando a la gente que creyera algo que era increíble.

El testimonio tuvo un clímax horrible: el nuevo plan de los nazis para Auschwitz-Birkenau.

Hungría era el hogar de una de las poblaciones judías más grandes de Europa, que comprendía alrededor de 750.000-800.000 personas.

Habían sido sometidas a leyes antijudías, el antisemitismo era generalizado entre la población y miles de húngaros judíos murieron después de verse obligados a servir en batallones laborales en el frente oriental de la guerra.
Sin embargo, el gobierno húngaro había resistido las demandas nazis de entregar a su población judía, por lo que se mantuvo en gran parte intacta.

Pero en marzo de 1944 las tropas alemanas invadieron el país.

El mensaje urgente de Vrba y Wetzler querían darle a los judíos en Hungría era que no se dejaran engañar por las promesas de los nazis,»Casi un millón de húngaros van a morir -enfatizó Vrba-. Auschwitz está listo para su llegada. ¡Hay que informar de inmediato!».
El horror escrito a mano Vrba y Wetzler sabían que necesitaban convencer al mundo de que lo que habían vivido realmente estaba sucediendo.
Fue su idea escribir un informe que pudiera distribuirse y mostrarse como evidencia.

Querían incluir todas las pruebas posibles, incluyendo dibujos.

Su desgarrador testimonio se convirtió en un informe detallado escrito sin asomo de emoción: las cifras y descripciones eran más que suficientes para retratar el horror.

El informe Vrba-Wetzler, también conocido como el Protocolo de Auschwitz, fue escrito originalmente a mano y en eslovaco.

El 27 de abril de 1944, la advertencia de Vrba se hizo realidad: los primeros 4.000 judíos fueron enviados en tren desde Hungría a Auschwitz.

En la primera semana de mayo de 1944, el Protocolo llegó a manos de Michael Weissmandl, quien trabajaba en secreto para la resistencia judía en la capital eslovaca.