“Para hacer matemáticas no hace falta ser un bicho raro”

Su oficio consiste en solucionar problemas de cálculo de variaciones y ecuaciones en derivadas parciales. Hoy este matemático, de talante tranquilo y cercano, que la revista de divulgación matemática Quanta en un artículo define como “alto, elegante y en forma” (“tall, fit and stylish”), goza de una fama inusual entre sus compañeros de trabajo.

En 2018 le fue otorgado, junto con otros tres matemáticos, el galardón más cotizado en el mundo matemático: la Medalla Fields, un reconocimiento que la Unión Matemática Internacional confiere solo una vez cada 4 años desde 1936 (con una interrupción hasta 1950) a matemáticos de menos de 40 años. En total son solo 60 los matemáticos que pueden presumir de este reconocimiento, entre los cuales una sola mujer: la iraní Maryam Mirzakhani.

Figalli, catedrático en el Politécnico ETH de Zúrich, ha visitado Barcelona con ocasión de la ceremonia organizada por la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), que le ha investido doctor honoris causa el jueves pasado. Con su habitual humildad, dijo que ese día se celebraba, más que él mismo, “el mundo de las matemáticas” y sus éxitos en la sociedad. “Hay muchos estereotipos sobre los matemáticos”, dice, “pero no somos todos iguales. La Medalla me ha hecho más conocido, es cierto.

El hecho de no seguir los estereotipos es positivo porque ayuda a remover esa imagen equivocada y dañina de que solo puedes ser matemático si eres raro. Muchas personas tienen la imagen de los matemáticos como Nash de la película

Una mente maravillosa o Rāmānujan, que con los 5 años resolvía no sé qué problema. Yo hice un bachillerato humanístico sin ningún contacto especial con las matemáticas antes de la universidad.