Jóvenes, inquietos, y reformados en el mundo hispano

Para cuando Gerson Morey tenía 35 años, prácticamente estaba a cargo de una megaiglesia hispana en la Florida con 9,000 miembros, la cual predicaba el evangelio de la prosperidad.

Como la mano derecha del pastor, Morey estaba a cargo de mil “grupos de vida”, predicaba cuando el pastor estaba de viaje, y era el escritor “fantasma” de su libro. (El prólogo fue escrito por Cash Luna, uno de los predicadores de la prosperidad con más influencia en Latinoamérica).

En el 2007, la revista Outreach dijo que esa iglesia era una de las congregaciones con mayor crecimiento en los Estados Unidos. Por esas fechas alguien le regaló a Morey La búsqueda de Dios por A. W. Tozer.

Le impactó la idea de que “la religión ha aceptado la monstruosa creencia de que el ruido, el tamaño, la actividad, y el estruendo, hace que un hombre sea querido por Dios”. “Eso me confrontó porque mi teología era que si tenías números, que si ganabas las almas, y si tenías una iglesia grande, esa era la bendición de Dios”, dijo Morey. “Si sirves todo el tiempo en una iglesia —sin importar cómo está tu familia— y si causas estruendo en todo lo que haces”, Dios te bendice.

“Memoricé la frase de Tozer”, dijo Morey, quien puede recitarla perfectamente hasta hoy.

“La segunda cosa que me impactó fue cuando él empezó a enseñarme que somos depravados, gente mala”, dijo Morey. “Nunca había estado al tanto de eso. Durante todos mis años como creyente, nunca fui consciente de mi propio pecado, de mi debilidad, de mi propia depravación”.

Intrigado, encontró otros libros por Tozer, y cada vez que otro autor era mencionado, Morey adquiría el libro. Leyó a Jonathan Edwards, luego a Agustín, luego Martyn Lloyd-Jones.

Su teología en transición empezó a mostrarse en su predicación y consejería. Las pruebas no eran castigos por no creer o por orar lo suficiente, le dijo a su congregación. El sufrimiento es aquello que los creyentes deben soportar, y Dios da gracia en medio de ello.

La gente no se quejó. De hecho, le dijeron que les gustaba, y las ventas de sus predicaciones en DVD en la librería aumentaron.

Pero ni la influencia significativa de Morey fue suficiente. “Esa iglesia era un espectáculo a cargo de un solo hombre”, dijo. “El pastor era el ser supremo. No había un grupo de ancianos con voz de autoridad en la iglesia”. Cuando Morey sugirió que los líderes de grupos pequeños se entrenaran teológicamente, le dijeron que no. Cuando la gente se inquietaba por cómo se hacían las cosas, podía ofrecer consuelo pero no cambio.

“Estaba entregado a servir a la gente, pero llegó el punto en el que me sentía parte del sistema”, dijo.

Así que Morey se salió, dejando atrás su sueldo, influencia, y el favor de un hombre altamente reconocido en los círculos del evangelio de la prosperidad.

¿Su plan? Regresar a su antiguo trabajo como asistente dental. Pero antes de que pudiera aplicar de nuevo, varias familias de su antigua iglesia le pidieron que comenzara una nueva congregación. Insistieron mucho: uno de ellos llegó a su casa con su diezmo en un sobre.

Cuatro años después, Morey ministra a unas 250 personas en Día de Adoración, la cual pertenece a la Convención Bautista del Sur.

“Estoy feliz”, dijo. “Sirvo al Señor con mi familia. Dios nos ha dado una pequeña y hermosa iglesia. La gente está creciendo. Aman el evangelio. Nuestro lema es: ‘Existimos para enseñar y para crecer en el conocimiento de Cristo’, porque eso no lo teníamos antes”.

Cursando ya por la mitad de la Maestría en Divinidad en Knox Theological Seminary, Morey también contribuye regularmente a la Coalición por el Evangelio.