Roma: Un Imperio Mediterráneo

Durante muchos años se ha explicado el apogeo y la ascensión de Roma argumentando que se debía al carácter moral, las instituciones políticas, el talento militar y la buena suerte del pueblo romano. Se basaban también en el entorno físico de Roma e Italia, afirmándose que Italia estaba ubicada en el corazón del mundo habitado.

Se alabó la productividad de la península italiana, ampliándose bajo los ojos de sucesivos historiadores al conjunto de la región mediterránea. En el caso específico de Italia, se señala la longitud de la Península, la extensión de los Apeninos y las variedades climáticas que no dejan de estar relacionadas con ello y son garantía de una variedad y una gama exhaustiva de alimentos.

El Imperio Romano, en su apogeo, a principios del siglo III d.C, comprendía no solo las penínsulas, islas y costas del Mediterráneo, así como grandes extensiones del interior (hasta el borde del Sahara y hasta el río Tigris), sino también zonas de Europa situadas tan al norte como el sur de Escocia, el Rin y el Danubio (además de una parte del sur de Alemania.