«Arquitectura parásita» y cómo cambiar el aspecto de las ciudades

Casa construida en la azotea de un edificio y diseñada según algunos de los parámetros de la «arquitectura parásita»

SHED era una diminuta casa prefabricada diseñada por la firma de arquitectura inglesa Studio Bark y estaba ubicada dentro de una fábrica en desuso del distrito de Battersea, en Londres.Al trabajar como autónomo, Richard no necesitaba vivir en ninguna zona en

particular, y aunque no quería irse de Londres, el costo de vida en la ciudad se estaba convirtiendo en una carga. Al mismo tiempo, dice, tenía ganas de «algo diferente».

En un arrebato, Richard mandó un correo electrónico al estudio mostrando interés en el proyecto. Poco después, se mudaba a una caja de 11,15 metros cuadrados sobre ruedas -ubicada dentro de una estructura más grande- en la que cabía una cama doble, un escritorio y una silla.

El Proyecto SHED es un ejemplo de la llamada «arquitectura parásita», en la que se agregan nuevas estructuras encima, en medio o incluso dentro de estructuras preexistentes.

En un momento en el que muchas ciudades lidian con la escasez de viviendas asequibles, las construcciones parásitas atraen cada vez más atención como una forma de construir viviendas novedosas y baratas.

Este año el estudio de arquitectura ecuatoriano El Sindicato construyó una casa de 12 metros cuadrados revestida de vidrio y acero en la azotea de un edificio en el barrio de San Juan, en Quito.

Algunos proyectos conceptuales incluso imaginaron la reinvención de edificios célebres en hogares funcionales: por ejemplo, llenar la Torre CN de Toronto con pequeñas viviendas de madera o cubrir con un mar de coloridas viviendas las paredes interiores del Arco de La Défense de París.
Richard explica que vivir en un espacio tan poco convencional lo llevó a repensar cómo podrían ser las ciudades, especialmente más allá de los edificios tradicionales de ladrillos.

Por ejemplo, imaginemos un centro de convenciones o una sala de exposiciones: el espacio puede albergar muchas casetas diferentes que se pueden mover fácilmente, según el evento.
Las viviendas podrían ser igual de adaptables, ya sea porque los residentes quieren cambiarlas a menudo o simplemente para tener viviendas menos convencionales.

«Algunas partes podrían estar sobre ruedas, como el cobertizo, o podríamos tener espacios flexibles, espacios adaptables, tal vez edificios modulares que pudiésemos reducir cuando sea necesario», asegura.

Para Richard, una ciudad que contemplase las posibilidades de la arquitectura parásita permitiría tanto a los arquitectos como a sus habitantes dejar volar la imaginación con su idea de hogar.

Teresa Bardzińska-Bonenberg, historiadora de la arquitectura de la Universidad de Bellas Artes de Poznan, en Polonia, ha estudiado la arquitectura parásita.
Asegura que el creciente número de edificios p

trimoniales en los centros de las ciudades, que no se pueden modificar, combinado con unos precios de alquiler disparados y una disminución de los inmuebles disponibles obligan a los arquitectos a innovar en las áreas urbanas.

Al mismo tiempo, la historiadora hace referencia al cada vez más frecuente deseo de la gente de tener casas que se puedan renovar y cambiar de manera fácil y económica.

«De eso trata la idea de ‘parasitar’ la ciudad», explica. «La gente ahora tiene mucha más inspiración, materiales, herramientas y valentía para expresarse».
Unos «parásitos» muy visibles
Aunque reutilizar o expandir un edificio antiguo no es un fenómeno nuevo, los complementos parásitos se distinguen porque contrastan deliberadamente con sus «anfitriones» en color, material y estilo. La visibilidad de la adición no es un problema, sino que es la gracia.
Estas estructuras parasitarias altamente visibles también se convierten en un poderoso medio para visibilizar los problemas sociales.
El artista Michael Rakowitz empezó a trabajar en paraSITE, su programa de vivienda parásita socialmente consciente, tras regresar de una residencia en Jordania.
Rakowitz, que por ese entonces estudiaba un postgrado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, vio a una persona sin hogar durmiendo en una rejilla de calor afuera de un edificio en Cambridge, Massachusetts. Le hizo pensar en las tiendas de viento de los nómadas beduinos.
«Aquí se trataba de otro viento, no era el del desierto sino el viento subproducto del sistema de servicio de un edificio», explica. «Y era otra forma de nomadismo: nómadas urbanos que son refugiados económicos y sociales».
Ahora, a través de paraSITE, Rakowitz crea refugios de plástico de doble membrana a medida. Ha estado construyéndolos desde los años 90 en ciudades como Boston, Nueva York, Chicago, Montreal, Ljubljana y Berlín.
Baratos pero precarios
Muchos ejemplos de arquitectura parásita, que suelen ser modulares,fáciles de construir y pequeños, están pensados para las necesidades de población con bajos ingresos e incluso de jóvenes creativos que intentan sobrevivir.
El alquiler de Richard por su vivienda, US$373 al mes, es una fracción de lo que la mayoría de los londinenses pagan por una habitación en un piso compartido: los datos oficiales muestran que el alquiler mensual promedio de una habitación en muchas partes del centro de Londres es de casi US$800.
La compañía a cargo había planeado originalmente introducir una colonia entera de casas como la de Richard, un plan se quedó en el camino.
Tras 2 años en esta vivienda, Richard afirma que está listo para mudarse a un sitio más convencional.
Un factor importante que influye en su decisión es social: la naturaleza de la casa hace que los amigos que lo visitan se extrañen por la escalofriante amplitud del espacio de la fábrica. A la gente que no está acostumbrada a espacios no convencionales les resulta poco natural moverse en ellos.