Elena Poniatowska, tributo a la raíz polaca

El último rey de Polonia, Stanislaw August Poniatowski (1732-1798), apoyó la cultura, la ciencia y el arte; construyó centros de estudio, laboratorios y campos de entrenamiento físico. Propuso en 1771 una de las constituciones más avanzadas de Europa, que apoyaba la igualdad de las mujeres. Aun así, el país se deshizo entre sus manos, se lo repartieron Rusia, Austria y Prusia; Polonia desapareció de la faz de la Tierra en 1795, durante 123 años; incluso quedó prohibido pronunciar su nombre.

Esta es la historia del ancestro más famoso de la escritora mexicana de origen francés Elena Poniatowska (1932), nacido dos siglos antes que ella, que recrea en su nueva novela El amante polaco, cuyo título alude a la relación que el gobernante tuvo con Catalina II de Rusia.

Me intrigó conocer por qué este hombre, que subió al trono a los 32 años, no pudo defender a su patria si tomó el camino correcto. El diario y las memorias en las que describe cómo construyó el país son una gran lección de política, un alegato contra la opresión, una acusación frente al lobo”, afirma la Premio Cervantes 2013.

En entrevista con Excélsior, la narradora que llegó a México en 1943 a bordo del Marqués de Comillas, que zarpó de Bilbao, comenta que le fascinó descubrir que Stanislaw era abierto a la vida y muy curioso.

Le gustaba la pintura, era un gran lector y bailaba muy bien. Cuentan que atrajo a Catalina la Grande, porque bailó delante de ella. La zarina dijo ‘nunca he visto un minueto mejor bailado, más perfecto’. Me cayó bien porque fue un hombre de gran gentileza y amabilidad; no un idiota, chocante, que se creyera la divina garza”, agrega.

Quien nació con el título de princesa, heredado de su padre, descendiente de los Poniatowski, añade que le dolió pensar que Polonia pudo morir. “Me indentifiqué más con esta tierra. Es un país heroico y religioso. Ubicado en el centro de Europa, ha dado grandes cineastas, músicos, pintores, escritores. Ha sido un orgullo redescubrir la patria de donde provengo de alguna manera”.

La novelista y cuentista señala que Poniatowski fue un político sensible. “Iba a las escuelas y disfrutaba platicar con los niños, que éstos lo siguieran. Le importó esta cercanía. Tuvo hijos, pero todos ilegítimos. No podía reconocerlos. Eso le dolía”.

Dice que al defender a Polonia de las naciones que la iban invadiendo demostró la importancia de la autoprotección. “Estaba convencido de que el país más poderoso no tiene por qué invadir al más débil. Esto debe tenerlo en cuenta México, pues tenemos en Donald Trump (presidente de Estados Unidos) a un invasor, a una persona que quiere dominar en todo”.

La también periodista piensa que, tras haber sido incomprendido, los polacos ya revaloran el legado de su último rey, pues lo recuerdan al observar los museos y las bibliotecas que creó.

Destaca que, 250 años después del fin del reinado de Stanislaw, lo reencontró en la biografía de Adam Zamoyski, The Last King of Poland, quien menciona que sus descendientes se encuentran diseminados en Italia, Francia, EU y México.

Sentí que debía escribir algo sobre él, rendirle un homenaje apasionado. No hay un solo libro en español sobre su vida y quiero pasar una especie de estafeta a las nuevas generaciones”, indica.

Poniatowska confeccionó esta primera parte de El amante polaco en dos tiempos narrativos: el de las cortes europeas del siglo XVIII y el de la Ciudad de México de la década de 1950. Es decir, a la par de narrar la vida de su ancestro, ragradecían mucho”, recuerda.