Recorrido por las ciudades del Bajío

  • Disfruta de la comida, la arquitectura colonial y, sobre todo, de los paisajes de las carreteras.

Con un montón de historia en sus haciendas y el Centro Histórico, y una destacada actividad agrícola e industrial, además de una ubicación privilegiada entre grandes centros urbanos, esta pequeña ciudad colonial es de enorme importancia para el estado de Querétaro. Un desayuno en el centro es la primera parada de nuestra ruta a Guanajuato, pero también le funciona a quienes vayan a Tequisquiapan, a Querétaro e inclusive a la Peña de Bernal.

Celaya
La afamada “ciudad del dulce” es reconocida por la elaboración de cajetas, natillas, alfeñiques, obleas, jamoncillos… un peligro para la dieta. Durante julio se realiza el Festival de los Sabores, donde todas sus especialidades gastronómicas son presentadas a los paladares amantes de la buena cocina. Visita el templo del Carmen, el de San Francisco, la famosa y excéntrica Bola de Agua o la Alameda, claro, con un buñuelo con cajeta en mano.

Guanajuato
De una de las ciudades más bellas del país queda muy poco por contar: arquitectura impresionante en los edificios de estilo neoclásico y barroco, ambientados por música tradicional de estudiantinas en los callejones empedrados y placitas arboladas. Además, a esto se suman cafés que proponen, restaurantes y bares que se salen de lo básico y le dan aire fresco a la ciudad.

León
La capital de la piel por excelencia; acá se producen infinidad de zapatos, chamarras, cinturones y bolsos. Y ahora, año con año, otros atractivos se suman. Basta citar dos que le han dado fama mundial: el World Rally Championship (WRC), que arranca a principios de marzo; y el Festival Internacional del Globo, que se celebra en el bello Parque Metropolitano a mediados de noviembre. Imposible irse sin probar la guacamaya, una torta de chicharrón, aguacate y salsa roja.

Alejandra Moreno Toscano no hace mucho que llamó
la atención sobre el carácter peculiar de la vida urbana
del Bajío novohispano. Claude Bataillón hace poco que
demostró la utilidad de comprender en el Bajío todos los
valles y llanuras de ladepresión del Lerma, desde Acámbaro y Querétaro hasta Guadalajara. Por ¿ni parte, mehe puesto a contemplar, al través de muy dispares testimonios históricos, doce ciudades y villas abajeñas, incluso algunas que ejercieron sin título de villa o ciudad, yhe procurado descubrir el común denominador de tal docena y su diferencia específica respecto al género próximo que es el mundo novohispano. Las poblaciones seleccionadas para el estudio fueron, en orden de apariciónen la escena histórica, Acámbaro, Querétaro, Guadalajara, Valladolid, San Miguel el Grande, Santa Fe de Guanajuato, Celaya, Zamora, León, Irapuato, Salamanca ySalvatierra.

Los puntos de comparación o variables tenidas en cuenta fueron relieve, clima, suelos, aguas, antecedentes prehispáncos, fundación, demografía, índole económica, modos y relaciones de producción, ocio, cultura
y actitud frente al movimiento de independencia

Basta recorrer las carreteras México-Guadalajara, encamino de ida por Querétaro, Celaya e Irapuato, y en camino de regreso por el sur de la laguna de Chapela, Zamora, Zacapu, Morelia, Acámbaro y Maravatío para darse cuenta de la uniformidad del medio geográfico de las ciudades abajeñas, menos Guanajuato: altura nivel del mar entre 1580 y 1980 metros; temperamento que tira más a caliente (sobre todo en los veranos) que a frío (no obstante que nunca faltan las heladas negras del invierno); muchos días de sol y pocos de nubes y de lluvias; abundantes terrenos pantanosos; un gran río que serpentea en el fondo del valle mayor y numerosos afluentes que bajan de las sierra.
El capote vegetal hecho de gramas, cactos y mezquites aquí; tulares y plantas pantanosas allá; encinos y aún pinos en las alturas no reservsba.

La población rala, desnuda, salvaje y bronca solo merecía de los pueblos civilizados de los tres valles del Anáhuac el epíteto de chichimeca o raza de perros sarnosos e inciviles. El Bajío estaba poblado de pames, guamares, guachichiles, tecuexes, y otras naciones de gentes encueradas y sin hogar que comían vainas de mezquite, tunas, conejos, popochas, víboras y ratas; bebían agua-miel y pulque; manejaban admirablemente el arco y la flecha; sabían tender trampas, correr como venados y atacar como fieras; gustaban poner un pie en el cogote de la víctima mientras arrancaban la piel de la
cabeza y eran expertísimos cazadores, capadores y empaladores.