Sara Baras, festejará en México sus 30 años de carrera

El flamenco es un poco la vida”, afirma sin dudar la bailaora y coreógrafa Sara Baras (Cádiz, 1971). “No sólo es un folclor andaluz, un trabajo, sino que se convierte en una extensión de tu vida, en un sentimiento que te cambia. Es una conexión, una magia diferente que no tiene límite, que va directo al corazón”.

En entrevista con medio informativo internacional, la intérprete reflexiona sobre los 30 años que le ha dedicado a este “arte especial” y sobre las dos décadas de trayectoria de su propia compañía, creada en 1998, que a la fecha ha estrenado diez piezas de su autoría.

Comparo este baile con la vida porque, al principio, los pasos son más rápidos, complicados y difíciles. Pero, en la medida en que pasan los años, logras una técnica con un nivel importante para crear un lenguaje más amplio. Buscas más el silencio, y transmitir algo con una belleza más madura”, agrega.

A sus 48 años, la hija de la también bailaora Concha Baras, en cuya escuela se formó en su infancia, regresa a México para presentar su coreografía más reciente, Sombras (2017), de la que ofrecerá dos funciones: el 21 de octubre en el teatro del Palacio de Bellas Artes (Ciudad de México) y el 24 de octubre en la Explanada de la Alhóndiga de Granaditas (Guanajuato), en el marco del 47 Festival Internacional Cervantino.

Sombras, explica, es una producción hecha como si se tratara de una carta de amor a las mujeres de su vida: su madre y su abuela y, por supuesto, al flamenco. “Propongo un viaje a través del tiempo, de los colores, del silencio y del bullicio, de la multitud y la soledad, de la luz y de las sombras”, detalla.

Esta obra, que recientemente Baras llevó al Sadler’s Wells Theatre de Londres, el escenario fuera de España más importante para el flamenco —y en donde el público la ovacionó de pie durante seis funciones—, integra un palo o cante (forma musical tradicional del género) llamado farruca, que antiguamente sólo bailaban los hombres, añade.
Es uno de mis favoritos y marcó mi carrera. En esta pieza bailamos y tocamos diversos palos y registros, y cambiamos de instrumentos, de ritmo y de vestuario, para después volver a la tonalidad de la farruca. Ésta es un palo del flamenco donde lo principal está en la sobriedad, la elegancia y el riesgo”, expresa la artista.

Quien en 1999 creó su primera coreografía, Sueños, señala que le gusta mirar atrás, “porque sí veo una evolución en mi lenguaje dancístico y me doy cuenta de que sigo sin parar; es igual que la vida, van cambiando tus valores y tu búsqueda.

Para poder llegar a donde estamos, todo ha sido importante y nos ha marcado. Empezamos con mucha ilusión y no bajamos la guardia nunca. Seguimos con esas ganas de entregar el alma, somos un equipo fuerte. Queremos bailar bien y poderlo compartir”, indica.

Dice que, a partir de lo que ha aprendido, le da una lectura nueva a los 20 años de trabajo con su Ballet Flamenco Sara Baras. “Hemos podido conformar un repertorio con una energía positiva, mucho colorido y variedad, en el que hay momentos profundos, pero no tristes. Hemos tenido la oportunidad de convivir con otro tipo de ritmos y movimientos coreográficos, pero sin olvidarnos de quiénes somos y de dónde venimos”.

La autora de las piezas Juana la loca (2000), Sabores (2005), Esencia (2009), Medusa (2014) y Voces (2015), entre otras, admite que a lo largo de los años ha procurado construir lo que denomina “el sello Baras”.

Llega un momento en el que haces las cosas con respeto, con todo lo que aprendes de tus maestros y de la tradición. Es como ir llenando un saco de experiencias para después tener tu propia voz. Y, cuando ya la tienes, eso se convierte en tu sello. No se puede expresar con palabras, pero sí en un minuto de baile. Es una forma de hacer las cosas con tu propia personalidad”, destaca.