Mudanza y conmoción; La Gioconda causa más tumultos que nunca

La Mona Lisa se ha mudado muchas veces. En 1516, Da Vinci la sacó de Italia en el lomo de una mula y terminó en Francia, donde se convirtió en propiedad de la realeza. Vivió un tiempo en el Palacio de Versalles y luego se mudó permanentemente al Museo del Louvre. Esa estancia fue interrumpida en 1911, cuando un ladrón, Vincenzo Peruggia, la arrancó del muro y la guardó dos años en su departamento de París antes de que lo atraparan tratando de venderla en Florencia.
Hoy, la Mona Lisa se muda otra vez. Aunque sólo se trata de una reubicación temporal —de un ala del Louvre a otra—, el cambio está provocando una conmoción en el lugar.
La Salle des États, donde ha estado la obra desde 2005, está siendo remodelada para la inauguración en octubre de una muestra que conmemorará el aniversario número 500 de la muerte de Da Vinci. Por eso, desde el 17 de julio, el retrato se ha instalado dentro de una carcasa protectora sobre un muro temporal en otra galería.
La diferencia es que sólo hay un modo de entrar: subiendo tres escaleras eléctricas y a través de una sola entrada, y 30 mil visitantes al día desean ingresar. El museo expresó que está “excepcionalmente concurrido”, y que sólo los boletos reservados garantizan la entrada. Una vez que atraviesan los detectores de metal, quienes tienen boletos son guiados cual ovejas formadas en una larga fila que serpentea. Suben por las escaleras eléctricas hasta llegar a los nuevos aposentos de la Mona Lisa, iluminados por un tragaluz: la galería Medicis, nombrada así por una serie sorprendente de pinturas realizadas por Rubens que van de una pared a otra.