Jets sin despegar

Si hablamos de franquicias que han generado más muecas de frustración que de felicidad, una de esas es la de los Jets de Nueva York.
Concebidos como los Titans de Nueva York y siendo una de las ocho franquicias originales de la AFL, el equipo adoptó el nombre de Jets a partir de la campaña de 1963.
La franquicia nació el 14 agosto de 1959, durante una reunión entre potenciales dueños de nuevos equipos de futbol americano profesional que formarían una nueva Liga.
Una vez definida la concepción de la AFL, la posesión de la franquicia de Nueva York se le dio a Harry Wismer, quien fuera locutor deportivo en la ciudad y accionista minoritario con los Redskins de Washington y Lions de Detroit, pero malos manejos financieros y las condiciones deplorables del Polo Grounds llevaron a Wismer a la bancarrota apenas en 1962, para que la Liga vendiera el equipo a un grupo de cinco empresarios un año después.
A partir de 1967, la suerte de los Jets fue cambiando radicalmente, convirtiéndose en un equipo contendiente en la AFL en esos últimos años de la década de los sesenta, lo que coronaron con la sorprendente victoria en el Super Bowl III.
Después de eso, la franquicia neoyorquina ha tenido más años malos que buenos, desatando la frustración de sus fieles aficionados y provocando burlas de parte de sus mayores rivales, pues los éxitos a lo largo de 60 años de historia son contados.