Julio Ortega convive con gigantes

“Rosario Castellanos me contó que Octavio Paz, con unas copas, se ponía demasiado amable con las señoras y tenía la manía de olfatearles la cabellera”. Ésta es una de las revelaciones que hace el crítico literario peruano Julio Ortega (1942) en su libro La comedia literaria.

“Juan Rulfo fue quizá su mejor amigo (de Castellanos). Rulfo aceptó una invitación a Alemania con la condición de que Chayito lo acompañara. Ella se montó en el avión con él y, ya en el vuelo, tuvo que hacer de su enfermera. ¡Rulfo se bebió el bar!”, detalla el investigador de la Universidad de Brown en uno de los capítulos.

Con el subtítulo de Memoria global de la literatura latinoamericana, en el volumen el académico y también poeta abre por primera vez sus archivos, “que reúnen 40 años de correspondencia, originales, borradores y cuadernos anuales que consigan viajes y visitantes”, comenta en entrevista con un Diario de circulación nacional.

Julio Ortega narra su convivencia con gigantes de la literatura en español: María Zambrano, Octavio Paz, Carlos Fuentes, José María Arguedas, Jorge Luis Borges, Nicanor Parra, Rosario Castellanos, Gabriel García Márquez, Guillermo Cabrera Infante, Juan Goytisolo, Mario Vargas Llosa, Margo Glantz, Fernando del Paso, Sergio Pitol, Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, Alfredo Bryce Echenique y Carlos Monsiváis, entre una larga lista.

Cita también una cena a la que asistieron Paz y Pacheco, que éste le resumió. “José Luis Martínez nos invitó sin advertirnos que estaríamos solos, y la cena resultó desastrosa. Yo sabía que Octavio se refería a mí como ‘el rojo Pacheco’. De modo que después de dos whiskys le dije: ‘No soy rojo, ni siquiera rosado, pero creo que todos tenemos derecho a creer y apoyar lo que queramos’. José Emilio me había contado diversas versiones de esos desencuentros, que seguía dirimiendo en su cabeza. Esa amistad herida era una causa perdida”, apunta Ortega.

Cuenta que a Fuentes le había ido peor con la actriz María Félix. “La Doña lo estuvo buscando para desafiarlo a los puños y darle una paliza pública, pero Carlos tomó un avión a tiempo. A cada periodista que le preguntó si la bruja de Zona sagrada era ella y si el hijo marica se parecía al suyo, ella escupía el tabacazo y juraba vengarse de ‘ese mujeruco’”.

Quien emigró a EU en 1969 y vivió en México y Barcelona está lleno de anécdotas. Evoca una visita de García Márquez a Nueva York, “lo detuvieron en Inmigración y lo desnudaron en el cuarto de humillaciones de extranjeros indeseables”; y el día que Nicanor Parra fue a tomar el té en la Casa Blanca, “de la mano de la señora Nixon”.

Ortega destaca lo que significó para él convivir con los grandes escritores. “De cada uno he aprendido algo y sigo aprendiendo más de lo que ha dejado la conversación. Arguedas me escribió una preciosa carta al leer una nota mía sobre Parra. Juan José Arreola, lo mismo. Los grandes han sido, siempre, los más gentiles. Y el más modesto de todos fue Borges. Con Fuentes y Pacheco fuimos amigos desde 1969. Y hemos competido por quién es capaz de más horas de charla telefónica”.

Quien nunca se ha sentido exiliado ni extranjero —“repito que donde estoy está el Perú, mi generación se distingue por su cosmopolitismo raigal”—, define a la literatura como entendimiento y deslumbramiento a la vez. “Los grandes escritores nos revelan una nueva certidumbre, la alarma de lo genuino”.

Lugar y tarea

Ante la pregunta de por qué utilizar la palabra comedia en su nuevo título, el profesor de literatura latinoamericana en Brown explica que “la comedia es un género clásico que cuestiona la autoridad de los poderes, el control del campo cultural y la vanidad de los premios. Pero su método es el humor, la ironía, el diálogo. Me gustaría demostrar que los mejores escritores no se deben al yo, sino al tú”.

Y añade que “cada lector podrá encontrar en esta Comedia la revelación de sí mismo, como lector privilegiado de la mejor época de la literatura en español”.

Indica que no quiso dividir el volumen por generaciones, décadas o países. “Me tocó vivir no la literatura nacional (esa obligación), sino la literatura en nuestra lengua; y, al final, uno es producto de lo que leyó, a solas o inspirado por algún maestro. Tuve la rara fortuna de leer a los 15 años el Quijote y la poesía de Vallejo. No he terminado de leerlos.

“Cervantes hace de la locura una metáfora de la lectura: el mundo, injusto, violento y banal, debe ser rehecho desde el lenguaje y su ruta abierta por la lectura creativa. Para Vallejo, hay que rehacer el lenguaje mismo para hacer otro mundo, más humano, solidario y nuestro. Felizmente, pronto Borges me convenció de que en la literatura todos tenemos lugar y tarea”, dice.

El autor De este reino, poemas afirma que tardó sólo dos años en confeccionar La comedia literaria, gracias a su ordenado archivo. “Empecé en Barcelona, donde escribía todas las mañanas en un estado de exaltación, y corregía por la tarde. Y terminé en La Habana, gracias a la luz plena del amanecer. Muchos detalles los cotejé con amigos, en mis archivos y en los viajes”.

Tras cuatro décadas de recorrer los caminos de la literatura hispanoamericana, Julio Ortega guarda una admiración especial por las escritoras. “Su importancia es la pasión de su oficio, la integridad de su trabajo literario; pero también su sensibilidad política y la crítica de los aparatos culturales que subyugan y someten la calidad ética del escritor. Ellas han probado ser menos susceptibles a la coaptación banal del mercado literario que actualmente domina, desde el espectáculo, la mala educación del lector”.

Quien en 2018 publicó una compilación del nuevo cuento mexicano, adelanta que este año saldrá a la luz una antología de poetas mujeres. “La literatura en México ha dado la vuelta y recomienza con una creatividad fresca, mundana y exploratoria”.

TÍTULO:
La comedia literaria

AUTOR:
Julio Ortega

Editorial: TEC de Monterrey y Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2019; 533 pp.