La memoria rescatada, destierros de Gabriela Riveros

Destierros (Lumen, 2019), considerada por Gabriela Riveros como su novela más ambiciosa, está construida con temas, sitios y personajes que ya han habitado otras obras de la autora: el poblado de Jiménez, en Chihuahua, la Revolución mexicana, la música, así como utilizar la memoria como método de reconstrucción histórica. Estos ecos tienen a Julia y Helena como personajes centrales, quienes tejen y destejen una serie de historias y recuerdos.

Destierros tiene que ver con la memoria de la historia de las familias de Helena y Julia, que, a su vez, tiene que ver con el siglo XX mexicano, con estas revoluciones fracasadas que hemos tenido, nuestros proyectos de nación y con esas voces que se quedaron colgadas a la orilla de la memoria. En esta novela, la palabra es una forma de rescatar la memoria”, asegura la autora en entrevista con un Diario de circulación nacional.

Novela polifónica, de perspectiva: tanto la voz de Helena como de Julia pasan de la primera persona a la segunda, de la tercera al narrador omnisciente. Novela de crítica nacional. Novela con perfil musical, con trazos antropológicos, bajo la mirada del pueblo rarámuri, con sus mitos y tradiciones. Novela intertextual. Novela dentro de la novela.

Cuando se está trabajando en una novela es un reto que cada personaje tenga su voz, lograr que las voces no sean parecidas entre sí. Por ejemplo, Julia, quien narra en primera persona, pero su voz se va transformando. Luego están las voces de su inconsciente, la Julia mala, su alter ego, quien le está poniendo el dedo en la llaga, juzgándola.

Por otra parte, está la voz de Helena, esa Helena (troyana) con H, en medio del desierto, que representa la oralidad, quien está rescatando la memoria de una familia entera que permaneció en el olvido. Conforme la novela avanza, la voz de Helena cambia, porque hay una fractura donde ella deja de ser ella, y cambia de primera a tercera persona. La historia de Helena es una novela dentro de la novela. Así como la de otros personajes, pero todas se entretejen y están emparentadas”, asegura Riveros.

Vaivén de historias, reflexiones, voces que surgen y se apagan, estertores, tramas que se enredan y velocidad fragmentada, Destierros mira al fondo de los seres humanos, observa con ojos aguzados el derrotero de hombres y mujeres expuestos a circunstancias conflictivas, a una historia nacional violentada por el recuerdo, y el reencuentro de relatos de generaciones.

Una intención en la novela es alumbrar lo que queda fuera de la vista, porque nosotros vemos a las personas como cuerpos, rostros; pero, principalmente, somos los que recordamos. Es el caso de Helena, descendiente de una familia acomodada, quien fue desterrada de esa historia.

Por otra parte está Julia, quien a los 15 años tuvo que salir del pueblo, pero con el pueblo dentro, como dice la novela, y que eventualmente regresa. Y en la novela se van viviendo las pequeñas vidas, las de pueblo e internas. Destierros son esos mundos que nos van habitando”, reconoce la escritora nacida en 1973.

Al cuestionarla sobre si su obra se ciñe a la narrativa feminista, la autora es tajante al decir que no es lo que pretendía. “Estoy en contra de las etiquetas, ya que reducen. Yo no hice una novela con la intención de contar la vida de dos mujeres, sino una novela que tuviera que ver, en general, con la condición humana, aunque tampoco se piensa en eso cuando se escribe, sino que los personajes se van presentando con sus problemáticas.

Quien lea la novela se dará cuenta que, a la par de Julia y Helena, están Pedro, Alejandro, Santiago, David, Alberto, Franciscos, Madre y Villa. Hay muchos personajes masculinos que, además, no son estereotipo y que también padecen estos destierros, los pequeños de poder donde son marginados; tampoco es que sean víctimas, son una muestra de la condición humana”.

La intertextualidad con la música y la poesía es una constante en esta obra. Para Riveros, este diálogo con otras disciplinas otorga a su obra otros registros artísticos. “Destierros es una novela muy musical, construida con base en el Requiem de Mozart. Tengo una formación musical desde los cinco años, estudié en la Carmen Romano, como Julia, y en la Escuela Superior de Música, del INBA, en Monterrey. Definitivamente hay una polifonía de voces, hay contrapunto, términos tomados de la música”, añade.

Obra con ecos y recuerdos, Destierros se ha compuesto de las obsesiones de la autora a lo largo de su carrera literaria. “No puedo negar que, después de releer mi obra, hay hilos con mis anteriores libros. Escribí mis primeras obras muy joven, a los 18 años. En Destierros encontré ecos con mis primeros libros, ya que también está Jiménez, Monterrey, unas gemelas, siempre está el piano, el contraste del campo y la ciudad, la crítica a este sistema de apariencias, la soledad, la muerte. Desde que tenía 18 estoy escribiendo lo mismo”, concluye.