Triunfa la desobediencia civil en Rusia

Los moscovitas recibieron como a un héroe a Ivan Golunov, el periodista de investigación que pasó varios días en la cárcel.

Muchos siguen sorprendidos y se preguntan cómo fue posible algo así en Rusia, pero investigadores señalan que las pruebas en el caso de drogas que se imputaban al periodista, de 36 años, no se sustentaban.

Presentaron fotos de posibles alijos de droga escondidos en la vivienda de Golunov, pero se demostró que fue un montaje y se archivó la causa contra el periodista, quien sacó a la luz las estructuras mafiosas en la policía y en los aparatos del servicio secreto estatal.

A principios de mes se registraron decenas de detenciones en las protestas contra la arbitrariedad policial en el caso Golunov. También el destacado activista contra la corrupción, Alexéi Navalny, fue detenido, pero lo que el caso Golunov puso de manifiesto fue una tendencia en Rusia.

La desobediencia civil en Rusia está resultando fructífera desde hace algunos meses. En abril, el crítico director Kirill Serebrennikov, también conocido en Europa, dejó de estar bajo arresto domiciliario y se encuentra en libertad condicional, aunque el proceso judicial en su contra por malversación de recursos públicos sigue su curso.

En este tipo de manifestaciones a menudo hay acciones concretas y cargadas de simbolismo.

En Ekaterimburgo, ciudadanos se unieron contra un grupo de camorristas fieles a la Iglesia. Querían impedir que en uno de los parques de la ciudad se construyera una nueva catedral. Hubo detenidos y heridos.

En un principio, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, defendió la violencia policial, pero entonces intervino el presidente ruso, Vladimir Putin, y sorprendió al ordenar diálogo y señalar que había que consultar a los ciudadanos.

Ahora parece que el oligarca que esperaba poder construir un monumento junto al río y deseaba así ganarse las bendiciones de la Iglesia, tendrá que buscar otro lugar para ello.

También son cada vez más numerosas las protestas contra los vertederos de basura en el país. Los ciudadanos de la periferia de la ciudad de Arcángel se opusieron a la planta de escombros, que tratará los residuos de Moscú.

En este caso también intervino el mandatario ruso y pidió diálogo. Lo curioso en esta ocasión fue que muchos ciudadanos no se atrevían a salir a protestar sin el permiso correspondiente. Se arriesgan a ser detenidos o multados si participan en manifestaciones no autorizadas.

En todas estas acciones se pueden rastrear características de un nuevo tipo de protesta rusa”, señaló Andrei Perzev, miembro de la rama rusa del centro de estudios estadunidense Carnegie.

Muchas de estas protestas son por cuestiones medioambientales o de planificación urbanística.

Le intención es unirse en sencillos mensajes que alivian las insatisfacciones. La insatisfacción política y social está profundamente arraigada, por lo que un vertedero no deseado se convierte en la gota que puede derramar el vaso.

Los poderosos parecen desorientados, señala Perzev. “Una protesta de esta duración y radicalidad es algo nuevo y desconocido”, agregó el analista.

Lo llamativo en términos rusos es la rapidez con la que los gobernantes hacen concesiones. En el caso del periodista Golunov fueron despedidos dos generales de la policía.

El Parlamento examinará el Código Penal para los delitos por drogas. Aquellos que actuaron contra Golunov y lo inculparon por drogas están ahora oficialmente bajo sospecha.

Y cuando la campeona de salto de altura Mariya Lasitskene denunció en Instagram a destacados funcionarios por el doping estatal y exigió su renuncia, de inmediato el ministro ruso de Deportes, Pavel Kolobkov, compareció ante la prensa y abogó por un deporte limpio.

Este tipo de rebeliones públicas no tiene precedentes desde las manifestaciones masivas de la oposición en 2011, señaló el redactor jefe del Jeshednevny Journal, Alexander Golz.

El periodista considera incluso que posiblemente se trate del fin del sistema que Putin ha ido construyendo en los últimos 20 años. Golz comentó que están siendo apartados aquellos que se han mantenido leales. “En estos días el Kremlin puede ver cómo es cuando el poder empieza a tambalearse”, escribió.

Según el periodista, el Kremlin se enfrenta ahora al dilema: o cede a la presión o reprime la protesta. Y recuerda que para la segunda variante, la dura, Putin ha desarrollado en los últimos años todo tipo de instrumentos.