Pone Papa coto al negocio de los milagros en Lourdes

El santuario de Lourdes funciona como un tiro. Los números cada vez son mejores: crecen las visitas y aumenta el presupuesto. Pero los peregrinos se han convertido en clientes o turistas, objetos de deseo de la caja registradora. Reciben un trato demasiado lejano al de unos devotos que viajan hasta este lugar remoto para la oración en busca de algún milagro, sostiene la Santa Sede. Sobra marketing, en suma, y falta algo de fe. Así que, tras el veredicto del arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, a quien Francisco confió la tarea de mejorar el cuidado pastoral de los santuarios, el Papa ha decidido intervenir Lourdes para que recupere su dimensión más espiritual y abandone su deriva empresarial.
Lourdes es la joya de la corona de los milagros. Desde que la niña Bernadette Soubirous afirmó haber presenciado casi una veintena de apariciones de la Virgen María en la gruta de Massabielle, hace 161 años, se han contabilizado unos setenta milagros validados y más de 7.000 curaciones sin explicación científica. Medallas, souvenirs religiosos y locales tematizados conforman el valle de los Pirineos que se ha convertido en una suerte de parque temático del que viven la mayoría de sus 15.000 habitantes.
Las finanzas del cielo siempre fueron difíciles de gestionar.