La ficción, insumisa; III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa

La función de la novela es crear en los lectores un sentimiento de insatisfacción con el mundo como es y despertar en ellos una visión crítica y la capacidad de imaginar una sociedad mejor. En esto coincidieron anoche el Nobel de Literatura peruano-español Mario Vargas Llosa y el Premio Cervantes nicaragüense Sergio Ramírez.

En el diálogo que sostuvieron los dos narradores iberoamericanos, que marcó la clausura de la III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa y que reunió a 30 escritores del 27 al 30 de mayo, tuvieron cabida reflexiones como por qué es necesaria la novela, cuál es su relación con la realidad, el panorama actual de este género en América Latina, las técnicas para el manejo del idioma y los fuertes personajes femeninos que han habitado algunas de las obras.

Vargas Llosa comentó que las autoridades que prohibieron la novela durante los 300 años de la época colonial en Latinoamérica conocían perfectamente su profunda razón de ser. “Genera un gran sentimiento de insatisfacción. Se descubre lo pobre que es el mundo real en comparación con el que se descubre en la ficción. Un mundo motivado por la ficción es más difícil de engañar, porque crea gente insumisa, díscola, más crítica, rebelde”.

El autor de La ciudad y los perros dijo que se debe leer, además por el placer que enriquece la experiencia personal, porque una sociedad democrática necesita ciudadanos insatisfechos, con sentido crítico, que no puedan ser fácilmente engañados. “En ese sentido, la novela puede ser una verdadera locomotora del progreso”.

Sergio Ramírez agregó que este género literario enseña a evocar la fantasía y motiva el desorden. “La novela es una necesidad incluso neurológica, porque desarrolla esa área del cerebro dedicada a la imaginación. Con ella, tanto el escritor como el lector imaginan”.

Respecto a la relación del género de largo aliento con la realidad, Vargas Llosa añadió que si bien es cierto que “transforma profundamente la vida de los lectores”, es difícil detectar la naturaleza de esos cambios. “Quienes no leen tienen un control pequeño y precario de su propia lengua. Nada enriquece el vocabulario como las buenas lecturas”.

Pero el novelista y ensayista advirtió que es peligroso asociar la novela con los acontecimientos sociales, porque en ocasiones esto genera una mala calidad. “La novela opera en la intimidad del lector, el efecto más importante es éste. Pero es difícil medir su conducta si tuviera un efecto social. La novela puede llegar a generar cambios sociales cuando un país pierde la libertad, pues la literatura suele ser la primera víctima de regímenes como las dictaduras y se convierte en un instrumento subversivo”.

Sobre el panorama actual de la novela en América Latina, Ramírez comentó que abrevó de las enseñanzas de los autores del Boom latinoamericano, como Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y el propio Vargas Llosa. “Los veo como plumas que abrieron puertas que estaban cerradas. Aprendí su habilidad técnica para escribir”.

Vargas Llosa indicó que, respecto a la literatura, han cambiado mucho las cosas en América Latina. “Cuando era joven sentía una gran soledad como escritor, pues no sabía lo que escribían mis colegas de los países de alrededor. Hoy, los escritores son verdaderamente latinoamericanos, se reúnen, están en contacto, dan talleres. El mundo está más intercomunicado. Quienes descubren esta vocación tienen más oportunidades de sobrevivir, no están solos ni desamparados”, concluyó.

Ante un auditorio lleno de estudiantes, entre ellos los 200 becados de diversas partes del país, Vargas Llosa y Ramírez evocaron la riqueza del español y hablaron de algunos personajes femeninos de sus novelas.

PREMIO DE LA BIENAL, A UN VENEZOLANO

El escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón, nacido en 1981, se alzó anoche como el ganador del Premio de la III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, dotado con cien mil dólares, con la novela The night (editorial Alfaguara), a la que define como “una historia que habría sido imposible escribir sin el sacrificio de ver a mi país arrasado por la dictadura que vive”.

El fallo se dio a conocer en la clausura de este encuentro literario por un jurado presidido por el Sergio Ramírez, que integraron la escritora española Carme Riera, el narrador peruano Alonso Cueto, el editor mexicano Felipe Garrido, el crítico Juan Manuel Bonet y J.J. Armas Marcelo, el director de la Cátedra Vargas Llosa.

La novela de Blanco Calderón fue seleccionada entre cinco finalistas: Las fiebres de la memoria (Seix Barral), de Gioconda Belli; Vivir abajo (Peisa), de Gustavo Faverón; Sur (Galaxia Gutenberg), de Antonio Soler, y Ordesa (Alfaguara), de Manuel Vilas.

Ramírez, quien leyó el acta del jurado, calificó a The night como una historia laberíntica, polifónica, “construida como un juego de muñecas rusas”.

El premiado comentó que, en una época en que la literatura y los libros se ven avasallados por el imperio de las novedades, “es un regalo esta oportunidad de que mi novela sea releída. No es una denuncia, sino una indignación sobre la zona de sombra en la que ha caído mi país. Una indignación por una sociedad que se empuja hacia su propia aniquilación”.

En entrevista por separado, Blanco, quien dejó Venezuela en 2015 y estuvo tres años en París y ahora vive en Málaga desde hace seis meses, contó que, “en lugar de desligarme de mi país he tensado con la distancia la cuerda que me mantiene atado”. Señaló que vive este proceso con nostalgia y dolor. “Angustia de sentir que me puedo desligar de mi país, de mi familia y de mi historia”.

Y concluyó que el populismo está arraigándose en todo el planeta. “Sucedió en Venezuela, ha sucedido en Estados Unidos con Donald Trump, ha sucedido por supuesto en Europa y sucedió en México con (Andrés Manuel) López Obrador, que a nivel de discurso calza perfectamente en esto”.