Cuando una prótesis mamaria se convierte en una pesadilla

La venezolana Berta Gómez se implantó prótesis mamarias PIP en 2008, pero los dolores le alertaron de que algo no iba bien: los médicos vieron que el gel de sus implantes se había extendido hasta sus pulmones.

Ahora vive en Francia, lejos de un país donde miles de compatriotas viven el mismo problema.
Pero las consecuencias de esos implantes defectuosos por los que su creador fue condenado a cárcel en 2013 se sienten especialmente en Venezuela, donde el costo y la accesibilidad a los tratamientos es complejo debido a la crisis que cruza el país.

Se estima que una de cada ocho usuarias (unas 50.000) son venezolanas y las afectadas tienen dificultades para tratar allí sus consecuencias. Gómez, de 40 años, se implantó las prótesis PIP por razones estéticas y seis años más tarde, comenzó a sufrir diversos problemas de salud, especialmente dolores en los senos.

Entró a quirófano para retirarlos, pero al caer bajo los efectos de la anestesia sus problemas respiratorios que impidieron realizar la cirugía alertaron a los médicos de que el gel de sus implantes se había regado por el organismo, llenando así sus pulmones.

Laberintitis, problemas de respiración y piel hipersensible son algunas de las enfermedades que le diagnosticaron a Gómez y que “se pueden tratar pero nunca se curarán”, según le indicaron los especialistas acudió durante tres años a psiquiatras para “tratar de lidiar con el cambio.