Las chicas son diferentes y los chicos más

Tras 90 años de discusión en que las chicas se sentían perjudicadas, se han impuesto y desarrollado programas especiales de promoción para ellas. Pero la “feminización” de la escuela ha llevado a que los muchachos queden relegados a segundo plano en todos los campos de la educación. El movimiento de la emancipación femenina ha asumido unilateralmente la promoción de las chicas dejando atrás a los chicos

¿Por qué se ha impuesto la igualdad a martillazos? ¿Hasta dónde se obstinarán los ideólogos? ¿Por qué razón no se permite al menos una alternativa a la coeducación? Esto es algo vergonzoso para la comprensión del pluralismo estatal.

Desde hace 35 años, las mujeres en Alemania somos el sexo perjudicado. Las chicas han aprendido desde su más tierna infancia que si no cuidan escrupulosamente de su interés acabarán siendo presa de la arbitrariedad de los varones.

Esta invitación a un nuevo conflicto entre sexos parece extraña por cuanto podía considerarse sobradamente lograda la emancipación femenina ya a mitad del siglo pasado. Desde su comienzo, las chicas de las “medias azules” habían conquistado el derecho a los mismos títulos en plano de igualdad con los chicos en la escuela, en la universidad y en casi todos los niveles de la educación, en una batalla hábilmente llevada por mujeres inteligentes en pro de su independencia. ¿Por qué, entonces, esa nueva eclosión, desde 1968, de un feminismo militante? –Nosotras no queremos la cuota femenina, explicaba Alice Schwarzer; lo que queremos es el poder sobre los hombres.

¿Qué significa realmente “discriminado”?

Con el lema “estar discriminado”, es fácil engañar a la gente haciéndole pensar que no recibe lo que realmente le corresponde. ¿Quién de nosotros no se ha sentido perjudicado en algún aspecto? Incluso yo misma, por el hecho de tener que vivir en el norte de Alemania, donde llueve mucho, podría sentirme discriminada.

La pretensión de justicia y de superar la desventaja constituye uno de los motivos más fuertes y resolutivos de la humanidad. La marginación se vive como una estigma, a veces justo pero a veces también injusto e inadecuado desde un punto de vista objetivo. Si estos pensamientos atizan la envidia y sobre ellos se levanta el odio o incluso la sed de venganza cruel, esto puede llevarnos a conflictos fanáticos. No hay palabra que exprese mejor el descontento y la inquietud de un sector o grupo social de cualquier tipo que la palabra “discriminación”.

Así, las mujeres se han dedicado durante décadas a luchar contra su situación de marginación. Pero hoy se plantea la cuestión de si la balanza de la equidad no se habrá desequilibrado hacia la parte opuesta. Hay quien plantea si en nuestros días puede considerarse ya a los varones como el sexo discriminado e incluso, yendo más allá, si puede hablarse de un conflicto de sexos por el poder a favor de uno de ellos sobre el otro. ¿Es progresista que las mujeres prefieran tal cantidad de estilos masculinizados, de modo que dejen en la estacada a la familia, y con ello el futuro en su totalidad? El 40% de las mujeres de 40 años con formación universitaria no tienen hijos.

Esto significa que nuestra élite educativa está destinada a desaparecer, y no solamente ella. ¿Debe continuar esta lucha por el poder hasta la aniquilación de la élite en el occidente cristiano? ¿Acaso no están llamados el hombre y la mujer a complementarse?