Selfie con gorilas se ha vuelto viral, pero detrás de ello hay historias de tragedia

Las fotografías de los gorilas del parque de Virunga que se han hecho virales esconden varias tragedias. El buen humor de Patrick Sadiki y Mathieu Shamavu, los dos rangers que se fotografían junto a Ndakazi y Ndeze, es una de las armas que tienen para salir adelante en un vergel idílico y a la vez, hostil. La foto está tomada en el orfanato de gorilas de Senkwekwe, en pleno parque nacional de Virunga,el más antiguo y uno de los más ricos de África en cuanto a su biodiversidad. El tercer miembro de esa familia, Kaboko, que estaba manco por un machetazo de un cazador furtivo, murió en 2014 sin que un veterinario pudiera llegar a atenderle al orfanato de gorilas por culpa de la guerra que rugía alrededor. Los combates entre el ejército congoleño y la milicia M23 estuvieron a punto de afectar a los gorilas huérfanos. Sus bombas y sus balas podían escucharse desde el interior del recinto.

Ndakazi y Ndeze son dos gorilas huérfanos (unos furtivos mataron a sus padres en 2007) que llevan años conviviendo con sus cuidadores. A Nadakzi la ingresaron en el centro cuando era un bebé asustadizo. Ahora acaba de cumplir 12 años. Patrick, Mathieu y André Bauma han tenido que aprender, también ellos, a relacionarse con Nadakzi y su hermana Ndeze sin haberse formado para ello.

Debido a su constante contacto con humanos, estos gorilas han desarrollado una gran confianza en ellos y cierto descaro cuando les ponen un teléfono delante para que posen. En la imagen más famosa, tanto Ndakazi como Ndeze están erguidas sobre sus patas traseras, una postura en la que se encuentran bastante cómodas, igual que otros primates.

Ndakazi y Ndeze son dos de los 900 ejemplares de gorila de montaña (Gorilla beringei beringei) que quedan en estos parajes. Se trata de una de las especies de primates más amenazadas del mundo de la que quedan sólo dos poblaciones en su hábitat natural. Uno de ellos es el triángulo fronterizo entre Ruanda, Congo y Uganda, formado por los parques de Virunga, Volcanes y Mgahinga. El resto sobrevive en la selva de Bwindi, en Uganda.

Desde hace unos años, los gorilas de montaña de Virunga, donde habitan la mitad de los 900 ejemplares que quedan en el mundo, son el objetivo de oscuros intereses relacionados con lo que se esconde bajo sus cinco volcanes: enormes bolsas de petróleo.

En concreto la compañía británica Soco, especialista en operaciones de riesgo, lleva años pagando grandes cantidades de dinero a militares congoleños como el capitán Feruzi (42.250 dólares), a cuyos cheques tuvo acceso The New York Times. Además, los rebeldes del M23, la milicia que ocupó el parque hasta que el ejército congoleño la derrotó en 2014, admitieron haber cobrado importantes fondos pagados por agentes de esta petrolera para financiar sus ofensivas.

La compañía alega que esos pagos iban destinados «a garantizar su seguridad» en esta tormentosa región, una de las más ricas del mundo en codiciados minerales como el coltán y base de 30 grupos armados. Pero según fuentes del propio parque, el objetivo de la petrolera está claro: «Desestabilizar la zona, encender una guerra muy rentable, hacer que los gorilas huyan y que las labores de protección de la reserva fracasen para comenzar las prospecciones».

Príncipe de los gorilas

Freddy Mahamba Muliro, el último ranger asesinado la pasada semana.VIRUNGA NATIONAL PARK

La Ley internacional no permite la explotación petrolífera en una reserva natural. A eso se agarran el príncipe de la nobleza belga Emmanuel de Merode, director del Parque de Virunga, y sus valientes rangers. Viven amenazados por aquellos que anteponen el oro negro a la supervivencia de una especie en peligro de extinción. La muestra es que 170 de estos vigilantes de primates (de una plantilla total de 700) han muerto en los últimos 20 años protegiendo a los gorilas. El propio De Merode fue tiroteado el año pasado y salvó su vida con cuatro balas en el cuerpo. Las heridas recibidas por salvaguardar este entorno han salvado a muchos de estos gorilas de la muerte. Freddy Mahamba Muliro, uno de sus guardias forestales, ha sido el último muerto de esta guerra en el territorio de los gorilas.

En el cuartel general de estos valientes en Goma, cuentan historias de simios masacrados por esos mismos intereses. La última gran matanza, perpetrada por los hombres del señor de la guerra Laurent Nkunda, sucedió en 2007, aunque la guerra va dejando víctimas hasta nuestros días.

Virunga es el parque más antiguo del continente (creado en 1925) y uno de los más ricos del mundo, una especie de Yellowstone africano con volcanes activos, elefantes, jirafas y gorilas de montaña a escasos metros de los visitantes. Cuando hay paz en esta zona convulsa de África los gorilas sólo se desplazan en busca de comida; pero cuando aumenta la tensión corren a otras zonas en busca de refugio. Los simios ya huelen la pólvora antes de que los señores de la guerra la dispersen. «El macho es el que protege al grupo. Si muere, el resto de la familia está perdida. Por eso los silverback son el objetivo de los que quieren acabar con ellos», dice Eric Ndele, uno de los ranger.

Estos guardianes de simios siguen sus huellas para saber dónde se instalan, los cuentan a diario para vigilar que la población no disminuya, avisan de cualquier enfermedad a los veterinarios e instruyen a los visitantes para que sepan cómo tratarlos: ellos te pueden tocar (y lo hacen) pero nosotros a ellos no. Toleran las fotos pero no los flashes. Ellos les hablan en su propio lenguaje y los simios, habituados al contacto humano, ya miran a los turistas a los ojos.