Avanza INAH en la restauración de la catedral de Cuernavaca; reabre sus puertas en Semana Santa

La majestuosidad de la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, en Cuernavaca, Morelos, se recupera gracias a los trabajos de restauración que en ella coordinan especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), cuya labor ha permitido la apertura parcial de este edificio franciscano, construido en el siglo XVI, para las actividades litúrgicas de la Semana Santa.

El inmueble edificado con piedra volcánica, entre 1525 y 1552, sufrió afectaciones catalogadas como severas, en diversos elementos arquitectónicos: su bóveda principal, cúpula, arco triunfal y en varios de sus muros, así como el colapso parcial del cupulín de su campanario; elemento este último que data de 1713.

A causa de estos daños y de forma previa a su proceso de restauro, el templo, dedicado a la virgen María Asunción de los Cielos, a la Anunciación de Nuestra Señora y a La Asunción, fue objeto de una serie de estudios que ahora permiten a un grupo de especialistas, asesorados y supervisados por el INAH, efectuar una recuperación detallada.

Para tal efecto, con un georadar se escanearon los muros y bóvedas, a fin de detectar las oquedades generadas por el sismo del 19 de septiembre de 2017, mismas que han sido atendidas mediante consolidaciones, cocidos de remamposteo e inyección de aglutinantes, entre otras técnicas.

El arquitecto Fernando Duarte, coordinador de Monumentos Históricos del Centro INAH Morelos, indicó que también se realizó un estudio de mecánica de suelo para apreciar el estado del terreno bajo la catedral, así como levantamientos topográficos utilizando métodos novedosos en los que, a través de un escáner, se genera un modelo digital del inmueble que revela con un alto nivel de detalle los espesores de los muros, o bien, los desplomes y las protuberancias que pueda haber en, por ejemplo, bóvedas, entrepisos y cubiertas.

A su vez, los modelos digitales fueron procesados con un programa que simula eventos sísmicos, con lo que pudo apreciarse cómo se movió el edificio, revelando cuáles fueron los elementos constructivos que generaron torsión, tensión y compresión, inclusive los cortantes. Con esta información puede conocerse en qué partes es más vulnerable el monumento, y se pueden tomar medidas para contrarrestar los efectos del esfuerzo al que la naturaleza sometió al inmueble.
El arquitecto Duarte detalló que uno de los elementos arquitectónicos con afectaciones graves que se atendió fue la torre-campanario, la cual mide 55 metros de alto y cuyo tercer cuerpo, que era el más dañado, se retiró, desmontando su cupulín debido al riesgo de colapso que presentaba.

La torre, comentó el arquitecto del Centro INAH Morelos, había sido consolidada poco antes del sismo, lo que evitó un posible colapso. Tras su apuntalamiento, se procedió a la consolidación de sus dos cuerpos restantes y una vez hecha esta labor, se atendieron los muros de la nave principal del templo.

“En los muros de la nave que cuentan con pintura mural y registraron grietas, se trabajó de la mano con el área de Restauración del Centro INAH Morelos, para no afectar su decoración. Buscamos la forma más adecuada, técnicamente, para consolidar la parte externa, a fin de evitar escurrimientos, y en el interior, se protegieron los aplanados con pintura mural”, expuso.

Indicó que gracias al uso de la tecnología mencionada anteriormente, se atendieron las oquedades que las fallas estructurales o los aplanados no permitían estimar por estar al interior de muros, cuyo espesor, en algunos casos es de 1.20 centímetros. La labor de restauración no sólo se guio por las grietas que se apreciaban a simple vista, ya que se hizo una exploración a detalle, lo que generó mayor volumen de intervención y de tiempo en los trabajos de consolidación.

Posteriormente, los expertos se ocuparon de los contrafuertes, que están en el muro norte del templo, para seguir con la parte oriente, que colinda con una escuela y viviendas. Las consolidaciones se hicieron del modo descrito. Por último, se encargaron de los muros del costado sur, que lindan con el claustro de la catedral.

Se prosiguió con la cúpula y la bóveda. Para ello y previamente, fue atendido el arco triunfal, que divide el área del altar con la de los feligreses, entre cuyos daños estaba el desfasamiento de algunas piezas de piedra labrada. En esta sección se realizó un trabajo de inyección y consolidación, así como de reajuste y reacomodo de dichos elementos pétreos.

En la cúpula, que presentaba grietas transversales y radiales, el cupulín, que se había intervenido en años anteriores, resultó afectado, por lo que nuevamente requirió de consolidación. Asimismo, en la bóveda principal, al igual que en la cúpula, se realizaron inyecciones en las grietas y cocidos con piedras similares a aquellas con que fue originalmente construido el templo.

En lo que respecta a los bienes inmuebles por destino, en el caso de la pintura mural, los restauradores han protegido éstos elementos, lo que ha permitido avanzar en la intervención del resto del inmueble.

“La restauración del conjunto catedralicio tiene un avance aproximado del 77 por ciento. En la nave central, donde ya se inyectaron los muros, está pendiente la reintegración de algunos aplanados y pintura mural”, indicó Duarte.

El coordinador de Monumentos Históricos del Centro INAH Morelos, expuso que, si bien, la nave principal del inmueble religioso ya se abrió al culto, los trabajos de restauración aún no concluyen y continuarán en el exterior de la nave, pues faltan trabajos mínimos en cubiertas, así como otras labores de recuperación en la torre-campanario y el interior del templo, que proseguirán después de la Semana Santa.

Mencionó que, en el conjunto catedralicio, donde ya fue restaurada la Capilla de San Francisco, se labora en la intervención de las capillas de Dolores y Abierta, cuyas afectaciones, aunque no son de consideración, serán atendidas.