Con 300 kilos de hielo a cuestas; esto es la Feria de la Nieve

  • El tic tac del reloj marca las 3 de la mañana, ni los gallos están despiertos; el señor José Molotla, mejor conocido en el pueblo como ‘Pariente’ o ‘Chabelo’, es el primero en llegar a la feria

“¡Ahí va el diablo!… ¡Golpe avisa!” acompañado del clásico silbido ensordecedor; es la señal que previene a uno de ser arrollado o golpeado, por una barra de 150 kilos de hielo en la Feria de la Nieve.

El responsable de tal escándalo es precisamente un hielero, y él, citando al exfutbolista argentino Jorge Valdano, son lo más importante entre las cosas menos importantes ¿Por qué lo digo?

Porque son precisamente quienes reparten la materia prima a los más de 80 puestos que se encuentran en la explanada del poblado de Santiago Tulyehualco, pero que también se han ganado el odio de los turistas que no quieren perder un tímpano cuando el hielero está a sus espaldas esperando pasar.

3 DE LA MAÑANA

La mayoría de las personas duermen. El tic tac del reloj marca las 3 de la mañana, ni los gallos están despiertos. El señor José Molotla, mejor conocido en el pueblo como “Pariente” o “Chabelo”, es el primero en llegar a la feria. Sentados en la banca de un puesto se encuentran los vigilantes, quienes le dan los buenos días.

A un costado yace un joven tendido en el piso. Sólo duerme. El exceso de alcohol en su sangre es tal, que su cuerpo no reciente el frío que penetra hasta los huesos y mucho menos el dolor que genera la herida en su boca ensangrentada.

Unas luces iluminan el entorno. ¡Ahí está!… Es el camión del hielo, a quien el “Pariente” espera como si fuera un niño deseoso a que llegue el señor de los helados.

Con faja a la cintura y pinzas en mano, 2 repartidores comienzan a bajar las barras del camión. Una por una, con mucho cuidado para no romperlas. Se escribe fácil, pero créanme, no lo es. Bajar una barra de 150 kilos de una altura de metro y medio requiere más maña que fuerza, y eso sólo se adquiere con práctica.

Por fin, después de una hora, las 200 barras se encuentran cuidadosamente apiladas para ser repartidas. Sin embargo, todavía no es tiempo. El “Pariente” sólo les coloca una lona encima y se va a descansar otro ratito.

5 DE LA MAÑANA

La puntualidad, bendita puntualidad… pero “abandonar tu cama calientita a las 4:30 am es una verdadera proeza, y más cuando son vacaciones”. El deber llama. Con los ojos a medio abrir y llenos de lagañas, (porque siempre dejamos todo a la mera hora) “buscas tus tenis, el pantalón, la playera y chamarra más vieja que tengas”.

A pesar de tener 71 años, el “Chabelo” sigue siendo fuerte como un roble y nuevamente se encuentra ahí, en el hielo, quitando la lona que cubre las barras. Ninguno de sus hieleros ha llegado.

“Ya no los hacen como antes pariente”, “ahora son como más débiles”, responde el Pariente con humor el retraso de sus trabajadores.

5:30 am y llegan en “bola” los hieleros. Siempre hay un culpable. Y todos tenemos ese amigo impuntual que tarda más de media hora en salir. Ahora sí, a trabajar. Diablos listos, pinzas listas, picahielo listo, guantes listos y faja lista; “menos yo”, dice un hielero que sería feliz de regresar a su cama.

Una, dos, tres barras y la tarea parece no tener fin. El frío y el hambre complican la situación. Todo se vuelve monótono: cargar, llevar, bajar… Hasta que uno de los hieleros se resbala en una de las rampas y provoca la carcajada de los demás.

Con los primeros rayos del sol llegan a la feria los vendedores. El de los cafés, champurrado, “guajolotas”, y el de los jugos. Por recomendación de los que saben, no hay mejor forma de recobrar energías que un jugo de naranja con dos huevos crudos.

Ahora sí, ya con el estómago lleno (de colesterol),  siguen repartiendo las barras. 12 para Los Güeros, 6 para El Yeti, media barra para uno de los puestos de comida, un cuarto para la de las aguas. Poco a poco las barras van desapareciendo y la gente comienza a llegar a la explanada de Tulyehualco.

DATO CURIOSO

Los tulyehualquenses se encuentran orgullosos. Frente al kiosco, a un costado de la Coordinación, además de los puestos de nieve está el busto de Quirino Mendoza y Cortés, autor del Cielito Lindo y nativo de esta tierra prehispánica que se encuentra al sur de la Ciudad de México.

Y el “Pariente” conoce muy bien la historia de este huapango tradicional: “Quirino era campesino. Y un día, precisamente cuando bajaba del cerro, fue que compuso el Cielito Lindo a su esposa”, ahora todo cobra sentido con los ojitos negros que bajan de la sierra morena.

LA COMIDA

Después de este dato cultural regresemos a los que nos atañe: Los Hieleros. Tras la maratónica repartición de hielo, por ahí de las 12 de la tarde, es hora de descansar. El templete donde se llevan a cabo los bailes y eventos culturales sirve perfectamente para atajarse del intenso calor.

Uno de los hieleros coloca unos cartones en el piso y a dormir un rato, que la desmañada comienza a hacer efecto. Mientras unos descansas otros van por el “pipirín”, como ellos le llaman. Tortillas, chicharrón, aguacate, habas, queso, jamón (un taco placero pues), la cocota de 3 litros y a comer.

El mal del puerco ataca y algunos optan por dormirse otro rato, mientras los demás se distraen con el baile folclórico o se toman una cerveza para el desempance.

EL MAR DE GENTE

Pasan las horas y cada vez más personas comienza a llegar a la feria. Para que se den una idea de la cantidad de gente que acude, imagínense que están en el metro Pantitlán a la hora pico y hay retraso de los trenes. Las leyes de la física se rompen y “dos cuerpos pueden ocupar el mismo espacio a la vez.”

5 DE LA TARDE.

Existen dos preocupaciones para los hieleros: su hora de salida y la gente. Entre más rápido entreguen las barras que necesitan los vendedores de nieve para recargar (mantener fríos los recipientes), más temprano se podrán ir a descansar.

Comienza el calvario.“Ahí va el hielo”, grita uno mientras otro va abriendo camino “con permiso por favor” y a cuestas 300 kilos de hielo. Algunos ni se inmutan, se “estatus de turista” bien vestidos los “hace inmunes” a las peticiones de un sucio hielero que sólo está molestando (trabajando).

La tarea que en la madrugada les tomó realizar en 60 minutos, ahora les costará más del doble. Salir temprano, ni pensarlo. Las personas siguen llegando a montones.

Por fin, la última barra es entregada. 7 de la noche. El rostro de los 4 jóvenes hieleros no oculta el cansancio. Caminan automáticamente, con los pies cocidos y mojados por la sal y el hielo, sólo quieren irse a su casa, bañarse con agua caliente, cenar y dormir; porque mañana, un nuevo día en la Feria de la Nieve los espera.