Desfiles sacuden el sambódromo en carnaval de Río

  • En la primera jornada de la exhibición de escuelas destacan la exuberancia y la crítica social

Banderas pidiendo «igualdad», un navío pirata con agua fluyendo en cascada y un colibrí gigante «volando» en la cumbre de un carro alegórico: los desfiles de las escuelas de samba del carnaval de Río de Janeiro, en Brasil, arrancaron este domingo con una alta dosis de exuberancia y crítica social.

Las lluvias torrenciales retrasaron en casi una hora el inicio de los siete desfiles de la primera noche de cortejos, que se extendió hasta la madrugada del lunes.

Y la fiesta pagana pudo hacer llegar sus mensajes a una ciudad que hace tres años eligió alcalde al exobispo evangélico Marcello Crivella y a un país que este año convirtió en presidente al exmilitar Jair Bolsonaro.

La vigente campeona, la blanca y azul Beija-Flor, trajo a la ‘avenida’ -una pasarela de 700 metros- la historia de sus 70 carnavales, con un show de trajes de lujo y carros mecanizados de varios metros de altura, uno de ellos coronado por un colibrí -símbolo del grupo- ‘volando’ entre nubes móviles.

Beija-Flor venció el concurso en 2018 con un desfile que criticaba frontalmente la corrupción.

Otra agrupación, Salgueiro, consagró su «enredo» (tema) al dios del candomblé Xangó -patrón de la justicia- y cerró la procesión ondeando banderas con mensajes contra la corrupción, a favor del feminismo, de la igualdad, la libertad y la diversidad sexual.

El poder de los sueños de infancia
Unidos do Viradouro, dirigida por el premiado Paulo Barros, presentó un enredo sobre la recuperación del universo y la sonrisa de la infancia para «virar» (transformar) las pasiones tristes del mundo.

En los carros alegóricos, sacados de los cuentos leídos por la noche por una abuela, podía verse un barco fantasma con una cascada de agua bañando criaturas del fondo del mar, sapos convertidos en príncipes o, en versión más moderna, un motoquero bajando por una rampa.
«Quien me vio llorar, me verá sonreír, / Puede creerlo, el amor está aquí / Vira Viradouro iluminó / El brillo en la mirada volvió», dice la samba cantada por las más de dos mil 500 personas de las «alas» del desfile y los miles que los acompañaban desde las gradas.

Mujeres, indios, tolerancia religiosa
Cada «escola» tiene hasta 75 minutos para desplegarse con fluidez en la Sapucaí y deslumbrar a un jurado que puntúa categorías como percusión, vestuario y tema del desfile, entre otros.

En total, 14 escuelas desfilarán durante la noche de este domingo y el lunes, en dos veladas que se extienden hasta el alba del día siguiente.

El lunes por la noche será el turno de las dos mayores campeonas.

Una es Portela, que buscará su 23º título homenajeando a la cantante brasileña Clara Nunes, ícono musical de los años 70 y primera artista en defender públicamente las religiones afrobrasileñas. La tradicional escuela cuenta con un ala especial diseñada por el estilista francés Jean-Paul Gaultier. La otra, Mangueira, que ganó su 19º título en 2016, entrará en la pista con un relato del «lado B» de la historia brasileña, exaltando héroes y heroínas negros, indios y pobres, relegados a un segundo plano en la narrativa tradicional.

Entre ellos recuerda a la concejal negra Marielle Franco, firme defensora de los derechos humanos en las favelas de Rio, acribillada a balazos en marzo del año pasado.

Por tercer año consecutivo, los grupos de samba enfrentan restricciones presupuestarias: la subvención que reciben de la alcaldía se redujo de un millón a 500 mil reales (unos 132 mil dólares).

Carnaval callejero bajo lluvia
Fuera del estricto concurso del sambódromo, se celebra desde el viernes una fiesta más informal, regada de música y alcohol: la de los «blocos» callejeros, que arrastran multitudes disfrazadas en cortejos que toman diversos barrios.
Las autoridades esperan que siete millones de personas -incluido un millón y medio de turistas- participen en esta gigantesca fiesta al aire libre.