Atlético de Madrid superó a Villarreal

Atlético de Madrid le siguió el ritmo a Barcelona, aún a siete puntos de distancia, con un partido práctico, y un gol de Álvaro Morata, cuyo anhelado estreno sobre la red rival fue tan celebrado como definitivo para derribar al Villarreal, que aguantó hasta la sentencia final de Saúl.

Por fin, en el minuto 31, llegó el gol que tanto y tanto buscaba el delantero madrileño, frustrado ya dos veces al límite por el VAR; primero contra el Real Madrid y después contra Juventus. Un alivio para el atacante, que en tono de broma simuló el gesto que hace el árbitro cuando consulta con el vídeo-arbitraje.

La eficacia del ’22’ está fuera de toda duda. En prácticamente tres ocasiones marcó tres goles. Las dos de partidos precedentes no valieron, por fuera de juego y por una supuesta falta, siempre a expensas de la revisión del VAR; el tercero sí, este domingo contra el Villarreal, un remate perfecto, más complejo de lo que aparentó el delantero, por la dirección y la potencia a ras de suelo justas para hacerla imposible para Sergio Asenjo.

Morata tiene gol, pero también mucho más.

Es veloz, es constante, una molestia para la defensa contraria, es ágil en la conducción. En la tremenda competencia con Diego Costa, este domingo suplente tras su sensacional primer tiempo con Juventus, surge un ganador seguro: el Atlético, que multiplica sus recursos junto a Griezmann.

Desde el gol de Morata, el primero que marca de rojiblanco, se soltó el conjunto rojiblanco en un partido que, hasta ese momento, no iba ni para un lado ni para el otro. Ni para el local, a menos revoluciones que el pasado miércoles, más a la expectativa que ambicioso, ni para el visitante, tan prudente como plano en ataque.

Cierto es que nada habría sido posible, una vez más, sin la intervención de cada día de Jan Oblak.

No es una situación casual, ni mucho menos, que cada triunfo del Atlético en los últimos tiempos siempre haya exigido antes del primer gol rojiblanco el protagonismo del arquero, este domingo imbatible para Toto Ekambi.

No ocurrió mucho más en todo el primer tiempo. Desde la parada clave del esloveno con el 0-0 al 1-0 del conjunto madrileño apenas hubo unos cuantos tiros lejanos a las manos de Asenjo, primero de Griezmann y después de Saúl.

No hubo una superioridad evidente del Atlético, ni muchísimo menos, tampoco una respuesta rotunda del Villarreal a raíz del 1-0, más allá de un aparente paso adelante que sólo se transformó en su juego en campo contrario y un cabezazo de Mario Gaspar a las manos de Oblak, en el sitio justo para posponer cualquier reacción.

Pero tanto antes como después del 1-0 sí había una sensación recurrente en cada pasaje del partido, que todo dependía del Atlético. Si le daba un plus más de intensidad, de voracidad y de velocidad, ya no habría encuentro para el Villarreal. Si la idea era contemporizar, jugar con la mínima renta, habría vida para su rival.

No hizo el Atlético ni lo primero ni lo segundo. Se limitó a un término medio que por momentos contempló un ejercicio de control y posesión ineludible para su adversario, pero que también, y mucho más tiempo, le ofreció margen al Villarreal para vislumbrar alguna opción de empate. Dio unos cuantos sustos, pero le faltó remate.

Ya el equipo rojiblanco había optado como tantas otras veces por un plan recurrente cuando manda en el marcador y está presente el desgaste de una cita reciente: repliegue y contragolpe, ya sobre el campo con Diego Costa, que tuvo dos contraataques y no remató ninguno.

No le hizo falta al Atlético, que ya rentabiliza a Morata: un gol y tres puntos, asegurados en los instantes finales por Saúl Ñíguez con el 2-0 y la sentencia del triunfo. Era ya el minuto 88.

Con el triunfo por 2-0 sobre el Submarino Amarillo, Atlético Madrid llegó a 50 puntos, a siete de distancia del líder Barcelona.