‘No somos robots’, exclaman empleados de Amazon

Desde finales del año pasado, los empleados de Amazon han iniciado protestas en diferentes partes de Estados Unidos, buscando organizarse en sindicatos para ejercer presión sobre la que se ha convertido en la compañía más afluente del mundo. Amazon cuenta con más de 600 mil empleados y unos 100 mil más son contratados durante las vacaciones de invierno.

Los trabajadores han cuestionado las condiciones de trabajo que esta empresa provee, argumentando que en ocasiones deben trabajar hasta 60 horas a la semana, y en ambientes poco propicios. El grito de protesta que sobresale es el que recoge The Guardian, de uno de los manifestantes: «No somos robots. Somos seres humanos». Esta sentencia es altamente emblemática no sólo de lo que ocurre en Amazon sino, en general, en el paisaje de la economía digital global. Las grandes compañías de tecnología cada vez más funcionan bajo un modelo basado en la mecanización y en la automatización de sus servicios e incluso de su visión del mundo. La confianza en la omnisciencia del algoritmo sugiere que el ser humano es en muchos sentidos reemplazable por las máquinas y la organización de la sociedad es optimizable mediante las mismas máquinas. Mientras que los empleados de Amazon gritan «No somos robots» compañías como Amazon, Google o Facebook cada vez invierten más en robots y en procesos automatizados sin considerar realmente el bienestar de los seres humanos. La carrera es simplemente seguir creciendo, dominar más, y para esto la visión sentimental-empática de los seres humanos no es más que un obstáculo (aunque los mismos algoritmos descubren que justamente estas cualidades humanas permiten que los seres humanos puedan ser persuadidos a realizar conductas que aseguran que la economía digital siga creciendo).

Este 2019 ha llegado con dos libros esenciales que tratan este tema desde la perspectiva de los humanos: Team Human, de Douglas Rushkoff, un manifiesto en favor del humanismo, del auténtico contacto entre seres humanos sin un propósito utilitario en un mundo cada vez más regido por la mentalidad transaccional del capitalismo digital, y The Age of Surveillance Capitalism, de la profesora Shoshana Zuboff, quien hace una advertencia sobre la tendencia a la automatización. Como explicó en una reciente entrevista:

Ya no es suficiente automatizar los flujos de información que nos rodean; la meta ahora es automatizarnos a nosotros. Estos procesos están meticulosamente diseñados para producir ignorancia al constreñir la conciencia individual y eliminar cualquier posibilidad de autodeterminación. Como me explicó un científico informático: «Podemos ingeniar el contexto en torno a un comportamiento particular y de esa forma forzar un cambio… Estamos aprendiendo cómo escribir música y luego dejar que la música los haga bailar».

Algo así como lo que Platón notó en La república, que la música, la poesía y lo que hoy llamaríamos los medios podían usarse para regular el comportamiento de la sociedad, pero, a diferencia de la utopía platónica, sin que exista ningún rey-filósofo o ningún consejo ilustre que oriente a la sociedad hacia fines deseables como lo bello, bueno o verdadero. El único eje rector aquí es la ambición económica y una sensación de nihilismo generalizado. ¿La música antimusical de los algoritmos nos hará bailar ritmos diseñados para distraernos del ritmo de nuestra propia alma?