‘La novela negra vive en peligro’: John Banville

Benjamin Black, el seudónimo “negro” tras el cual se oculta el escritor  irlandés John Banville, cree que “las nuevas tecnologías han destruido el mundo imaginativo de la novela negra”, con el que ha vivido en los últimos treinta años.

Para salvar ese peso excesivo de la tecnología, de celulares y ordenadores, Black prefiere situar sus libros “en el pasado o en mundos inventados”, y en cualquier caso no lo hace abrazando una idea escapista de un mundo contemporáneo tan lleno de conflictos.

De hecho, revela en entrevista que ahora escribe un guión sobre un personaje irlandés histórico del siglo XVI, años en los que hay cosas tan tremendas que es difícil hacerlo creíble, como un general inglés que bordeaba el camino de su casa con cabezas humanas.

Black reflexiona sobre la diversión en el género y llega a la conclusión de que “tanto en la ficción histórica como en la novela negra resulta difícil ser divertido; puedes ser astuto, irónico, pero es más difícil ser divertido, como si no fuéramos capaces de reírnos de la historia del pasado ni de las historias de crímenes”.

La novela negra siempre tiene que ser “lo más real posible” y, de hecho, duda de que muchos escritores que escriben sobre asesinos en serie los hayan llegado a conocer, “y en realidad la mayoría de los criminales son normales, no son grandes monstruos”.

John Banville se inventó a Benjamin Black para firmar sus novelas negras, protagonizadas por el patólogo Quirke y ambientadas en el Dublín de 1950. Hasta el momento ha escrito siete libros.

Tanto Quirke como Sherlock Holmes son forzosamente fantasía pura, porque la mayoría de los casos no se resuelven y los asesinos se van de rositas. Me gustan los indicios, pero no existen normalmente y, si aparecen, dan demasiada información que no sabes qué hacer con ella”, señala el autor irlandés, que participa en el cierre del BCNegra 2019.

En su más reciente novela publicada en España, Los lobos de Praga, bajo el sello Alfaguara, Black viaja unos siglos atrás, a la Praga de 1599, en donde sitúa al alquimista Christian Stern, que busca hacer fortuna en la corte del emperador Rodolfo II, pero en su primera noche se topa con el cadáver de una joven con un corte en el cuello.

El personaje, ha revelado el autor, surgió durante un paseo con su perro en el que se le aparecieron el nombre y el argumento de la novela.

He inventado personajes durante tanto tiempo que he llegado a la conclusión de que yo soy el personaje y ellos me han inventado a mí”, dice.

Y reconoce que es improbable que vuelva con Stern en otra novela, porque “el problema con la ficción histórica es que tienes que dar la impresión de plausibilidad, y para ello has de introducir hechos que sean contrastables y eso me parece aburrido”.

Sin embargo, Black reconoce que su mayor anhelo es “escribir una autobiografía en la que los hechos que cuente estén ligeramente distorsionados y que vuelva un poco locos a los lectores”.