Rediseñarse a sí mismo, principal reto en el INBAL: Lucina Jiménez

Reingeniería, reconciliación y reorganización, así como recobrar la nobleza de la misión del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), son los ejes de la gestión de Lucina Jiménez (Ciudad de México, 1959), al frente de esa instancia, que surgió “en un momento en el que México aspiraba a ser parte del mundo sin renunciar a su tradición”, explica.

En entrevista con medios de comunicación, la antropóloga detalla que “no se trata sólo de frases. Cuando hablo de la nobleza tiene que ver con un diálogo entre lo artístico, lo profesional y las diversidades del país”.

Es por ello, añade, que entre las primeras acciones de su administración se decidió recuperar el nombre completo del instituto de manera oficial, cuyas siglas son, precisamente: INBAL, tal como fue designado cuando se creó, el 31 de diciembre de 1946. El cambio se aplicará en todos los espacios digitales, correspondencia, papelería, así como a productos culturales y gráficos.

“Comenzamos con agregar la ‘L’ de literatura, después organizaremos un diálogo para explicar qué significa eso en la contemporaneidad y, tal vez, incluso, en algún momento tengamos que reflexionar sobre el sentido de Bellas Artes, porque tenemos que hablar de artes, en el más amplio sentido, y también desde el punto de vista de la excelencia.” Tomar las riendas del INBAL no ha sido difícil para Jiménez, quien tiene una vasta trayectoria como especialista en políticas culturales y desarrollo sostenible, educación en artes, derechos culturales y cultura de paz.

Dirigió el Centro Nacional de las Artes (Cenart) entre 2001 y 2005, desde donde supervisó la creación de cinco centros de las artes en diferentes estados del país. La educación artística es precisamente uno de los temas en los que se enfocará su gestión.

“Vamos a dar mucho impulso a la educación artística”, insiste, “vamos a buscar la manera de encontrar puentes entre diversos niveles que en este momento están fragmentados. También vamos a recobrar el sentido nacional del instituto, porque se fue constriñendo básicamente a Ciudad de México. Además, vamos a conectarlo con temas que son fundamentales, sin los cuales no puedes pensar al país”, como la violencia y la migración.

–¿Cómo se va a vincular el instituto con la situación de violencia para rehacer este tejido social?

–En primer lugar vamos a impulsar una política de reconciliación dentro del propio instituto. Se tiene que empezar por casa, con políticas de reconocimiento, de buen trato, de diversidad, políticas de igualdad, eso pasa por la reconfiguración institucional. No puedes construir paz afuera si no tienes paz adentro. No puedes promover y decir que vas a generar armonía afuera, si no la tienes dentro.

“Quiero enfatizar que no todo proceso artístico tiene que estar pensado para construir cultura de paz. La producción artística, en sí misma, tiene que ser libre y autónoma. No será una consigna el que ahora todos los artistas mexicanos tengan que hacer cultura de paz, porque no es por mandato. El instituto está obligado a trabajar la perspectiva de la libertad creativa”.