Hernán Cortés, un apestado en las dos orillas

Bullicioso, dicharachero, inquieto, diestro en el manejo de la espada, extraordinario jinete, buen jugador de cartas y hombre de palabras convincentes. Así fue Hernán Cortés, “el gran apestado” de la historia nacional y “el gran olvidado” de la historia hispánica que tenía dos debilidades marcadas: el ansia de fortuna, aventura y el gusto por las mujeres, afirma Úrsula Camba, coautora del libro Cara o Cruz: Hernán Cortés, que se publica en el marco de los 500 años de su llegada a tierras mexicanas.

Cortés, reconoce la historiadora, es un personaje recordado a partir de numerosos mitos. Como el hecho de considerarlo un genocida y de afirmar que planeó una guerra bacteriológica contra la población nativa al traer premeditadamente la viruela a tierras mexicanas.

Para referir a Hernán Cortés se utilizan muchos más calificativos que conceptos de análisis. Digamos que se le insulta por anticipado; uno de los epítetos que se refiere con mayor frecuencia es el de genocida, asesino y cruel sanguinario”, apunta la historiadora que egresó de El Colegio de México.

Partamos de que el concepto de genocidio tiene que ver con la voluntad de aniquilamiento de un pueblo, tal como lo buscó Hitler con el pueblo judío. Pero ésa no fue la intención de Cortés. Y aquí lo que la gente no alcanza a entender es que sería muy tonto que los españoles quisieran aniquilar a los indígenas cuando ellos se convertirían en su mano de obra”, añade.

Otro mito que se ha alimentado es que Cortés y su tripulación eran ladrones y asesinos. Esa imagen es una parte de la leyenda negra que se ha intentado sostener por siglos, pues en realidad Cortés estudió leyes durante dos años en la Universidad de Salamanca, aunque dejó sus estudios porque consideraba que no era lo suyo.

En esencia, todo ese grupo que se embarcó al Nuevo Mundo lo hizo porque ya no había oportunidades para ellos en España, porque huían de la miseria, de un amor no correspondido o de alguna deuda de honor”, reconoce Camba.

¿Cómo definir a Cortés?, se pregunta a la investigadora. “Pensemos que fue un hombre de su tiempo en la búsqueda por explorar el mundo, como lo hicieron Cristóbal Colón o Magallanes. Pertenece a ese mundo en donde Las Antillas le quedaban cortas y quería ir más allá. Buscaba fama, gloria, reconocimiento y riqueza”.

En su texto, acompañado por otro ensayo del historiador Alejandro Rosas, Camba recuerda que Cortés tenía 19 años cuando se embarcó al Nuevo Mundo. “Sin embargo, cabe recordar que perdió una primera oportunidad para embarcarse por un lío de faldas con una mujer casada, ya que luego de subir unas escaleras para visitarla, se cayó y tuvo que guardar cama varios meses”.

Pero en la segunda expedición, consiguió que lo llevaran a La Española (hoy República Dominicana), ya que los europeos veían en América la promesa de una tierra fértil, aunque la realidad fue otra, pues en unos cuantos años La Española y Santiago de Cuba se convirtieron en pozos agotados.

La historiadora recuerda que Diego Velázquez, gobernador de aquellas tierras, ordenó dos expediciones a la isla de Yucatán (entonces no sabían que era una península); primero, la que encabezó Francisco Hernández de Córdoba; después, la que dirigió Juan de Grijalva.

Ambas expediciones fracasaron, ya que los indios los recibieron a flechazos, al punto en que una flecha le atravesó la mejilla a Grijalva y con ello le tiraron tres dientes. Meses después llega la expedición de Hernán Cortés con la encomienda de explorar el territorio, pero no de poblarlo.

Esta cláusula no es menor y ocasionará la ruptura de Cortés con el gobernador, pero también la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz”, apunta Camba.

SIN LEALTAD

 En 1519, Cortés llegó a Cozumel con 600 hombres andaluces, extremeños, gallegos, italianos, vascos y portugueses, recuerda la historiadora; también traía 600 caballos, 11 barcos, 14 cañones, 32 ballestas y 13 escopetas.

Como encontró deshabitado el lugar, navegó hasta Tabasco, donde los indios ya habían rechazado con éxito las anteriores incursiones españolas. Sin embargo, en aquella batalla, en Centla, los españoles triunfaron y descubrieron a dos españoles: el clérigo Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, que venían de Jamaica.

Ellos fueron los únicos sobrevivientes de aquel naufragio. El primero se convirtió en el primer intérprete de Cortés, del maya al castellano. Después entraría en escena Malintzin, “una mujer que fue regalada a Cortés y a sus capitanes, quien no tenía que sentir ninguna lealtad patria hacia los mexicas”.

¿Qué es lo que menos conocemos de Cortés?, se le pregunta a la especialista. “Su faceta como empresario. La gente tiende a pensar que llegó, robó el oro de Moctezuma y se fue, pero no. Él tenía todo un plan en mente que incluía poblar tierras, fundar ciudades, criar cerdos traídos de Cuba y sembrar cierto tipo de plantas, como la caña de azúcar”.

A menudo no se sabe que él tenía un proyecto, con el cual “quería engrandecer su nombre, enriquecer a la corona y a sí mismo; establecer el cristianismo en estas tierras, lo cual no sólo hace con la religión, sino fundando villas, ciudades, organizando su traza, desarrollando el comercio y los solares (las tierras que les toca a cada persona)”, añade.

¿Hubo gloria para Cortés al final? “En realidad no y pocos saben que murió lleno de deudas y amargura, de enemigos; no entre laureles. Antes de morir tuvo que empeñar unas camas de brocado para obtener seis mil pesos. No tuvo el fin glorioso que la gente imagina”.