Temazcal, un viaje al centro de la existencia

Cuántos pasos se necesitan para llegar a nuestra humanidad? A Neil Armstrong le bastó uno para pisar la luna y tocar lo desconocido. Para nuestros ancestros prehispánicos el número es nueve. Nueve pasos para entrar al interior de cada uno, en una nave espacial de barro y agua, en un cerro, con la mente abierta. El mismo número para entrar a la vida y aspirar el primer aliento. Así empieza el trayecto en el temazcal de Huitzi que dispara a cada uno de sus integrantes hacia su propio viaje, el viaje del guerrero que todos llevamos dentro.

Esta no es una crónica hacia un lugar, es el viaje hacia lo más incierto, sin itinerario, sin escalas, con la voluntad de experimentar lo desconocido, lo inexplicable, el ser que nos habita.

Al temazcal de Huitzi vienen personas de diferentes partes del mundo a experimentar el regreso al origen, entrar al vientre de la tierra, aspirar su calor, recordar que la vida es un sueño que no nos pertenece, que quizás somos elegidos si sabemos reconocer el valor que cada individuo tiene en este mundo. Sé que esto suena fantástico, pero la humedad de la tierra, las emanaciones de las hierbas comunes con efectos medicinales, no permiten alucinar, el cuerpo y la mente no reciben ningún estimulante; por eso el viaje es fantástico. Por eso es un viaje.

Con la tarde en su cenit, en el cerro San José de los Laureles desde donde se aprecia Tlayacapan, rodeados del silencio de la naturaleza, nos adentramos un grupo de cinco personas al temazcal. Las palabras del nagual, en el cuerpo de Huitzi se introducen en la piel cual flechas. Imposible recordarlas, traspasaron la memoria o la consciencia y dejaron su huella en alguna parte como un sueño lúcido, una experiencia vívida.

Las primeras frases que entran a la piel abierta en todos sus poros, es olvidar tu nombre. ¿Me despojaré de lo primero y lo último que me reconocerá en esta vida? Al parecer esa visa que nos transita por la existencia con toda clase de documentos nos será despojada para viajar desnudos…, sin señas particulares, tez, edad u oficio. Ser todo y nada se conjugan en un presente que conecta lo íntimo con el universo. Sin drogas, promesas o fe.

Transpirando y respirando al ritmo del calor de las piedras incandescentes, con el dulce vapor -de la mezcla de toronjil, romero, mirto, cedrón, hinojo, toronjil, estafiate, ruda, menta, lavanda y cítricos-, las visiones evocaron a un guerrero atacado y derrotado con todo el amor del mundo en la punta de la lanza de su enemigo que resulta ser él mismo.

El viaje transcurrió entre las jugosas pencas de sábila, el olor de las naranjas y la suavidad de la miel untadas en la epidermis, el cabello, cada zona posible del cuerpo con un efecto refrescante.

Al preparar la salida, la temperatura cálida y la oscuridad se habían convertido en un auténtico vientre difícil de abandonar. La claustrofobia transformada en placer.

Ya había anochecido cuando salimos del temazcal, y después de los jicarazos de agua fría, con el cuerpo templado, el cielo mostró un espejo de estrellas. Con las mantas en el suelo, algunos nos tiramos a mirar lo que la bruma de la ciudad y la vida cotidiana nos impiden contemplar.

El ritual de Huitzi no sólo rompe con la tradición de las ceremonias de sus ancestros que invocan las cuatro puertas y que la mayoría de los temazcales proclaman. Su ritual le da un mazazo a las sectas que prometen la iluminación a través de la guía de un líder, porque el líder de cada uno lo habita cada uno. El individuo conectado con el Universo, la Naturaleza, con Uno mismo, con los Demás.

TLAYACAPAN, UN PARAJE CON MAGIA

El primer viaje terrenal empezó desde la ciudad de México hacia Tlayacapan, en Morelos. Huitzi y Andrés Rojas han creado un tour al lugar de su adolescencia, un pueblo lleno de leyendas, historias, gente que hasta ahora se ha librado de la violencia que mantiene en vilo a este país.

Tlayacapan, palabra náhuatl, significa varios conceptos: “sobre la nariz de la tierra”, “nacido de la tierra” o “nacido de lo alto de la montaña”. La extraña geografía podría explicar estos nombres debido a que hace cientos de años esta tierra estuvo bajo el mar. De ahí que sus peñascos parezcan arrecifes petrificados ante la ausencia de agua.

EL turismo de Tlayacapan ha cambiado su perfil, nos cuentan. En la década de los 70 y 80, cuando el pueblo no era tan conocido, venían visitantes famosos como Anthony Queen, Robert Redford, Omar Shariff, Charlton Heston o Bon Jovi, al que apodaron el hippie gringo de tanto verlo deambular por meses en las calles estrechas.

El anonimato se desvaneció y con él el refugio de las celebridades. Ahora el turismo es nacional y de fin de semana.

TURISMO PREHISPÁNICO

Huitzi nació en Yodao y se crió en Tavehua, Oaxaca, de madre zapoteca y padre maya. De niño aprendió las tradiciones de sus padres, en el pequeño pueblo al que nunca llegaron los españoles durante la Conquista. Al crecer escogió su propio camino y de sus conocimientos trazó el propio. Cuando relata sobre el efecto de los sonidos provenientes de sus 450 instrumentos, la herbolaria mexicana o las ceremonias que practica, el mundo deja de tener tres dimensiones.

Desde hace dos años realiza ceremonias prehispánicas en diferentes partes del país, algunas con comunidades originarias desde los mayas en la península de Yucatán hasta los raramuris en el norte del país, en Chihuahua y también en la Ciudad de México. La mayoría de los visitantes provienen del extranjero, la minoría son mexicanos. ¿Por qué? Quién sabe, responde con una sonrisa. Con mi poca experiencia en temazcales, les pregunto a mis compañeros de viaje y el reconocimiento es unánime: hay muchos temazcales pero la mayoría siguen un patrón que no deja una experiencia personal. Son como saunas folclóricos. En el mejor de los casos, un proceso de desintoxicación del cuerpo.