Goalball, el desafiante deporte para ciegos que crece en la Argentina

El Goalball es el único deporte para personas con discapacidad visual que no es adaptado. Es decir, no tiene una versión convencional. Sus orígenes se remontan a fines de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue creado para rehabilitar a aquellas personas que habían quedado ciegas o con visión disminuida producto de las heridas de combate. Con el tiempo, la actividad fue creciendo y en los Juegos de Toronto 1976 se la incluyó como disciplina paralímpica. Ya en la década de 1980′ comenzó a desarrollarse la rama femenina.

Su llegada a la Argentina se produjo recién a principios de los 2000, aunque solo en su versión recreativa. En el 2005, con Claudio Falco como principal promotor, se presentó un proyecto para trabajarlo de manera sistemática en el Cenard. Esa iniciativa sentó las bases para el armado de la Selección nacional, que tuvo al autor de la propuesta como primer entrenador. Las reglas de este deporte son simples, pero su práctica implica un desafío importante a nivel físico y táctico para los jugadores. Se juega en una cancha similar a la de voley, con una dimensión de 18 x 9 metros, y dos arcos (de 1,30 metros de alto) al final, que ocupan todo el ancho.

 Cada equipo, compuesto por tres integrantes cada uno, se ubica en su mitad del campo. El objetivo es meter la pelota – que es parecida a la de básquet, pesa 1 kilo y cuarto, no pica y tiene cascabeles en su interior- en el arco de enfrente. Cada partido consta de dos tiempos de 12 minutos cada uno, con tres de descanso en el medio.

En caso de empate, hay un tiempo extra. El juego tiene una obligación: todos los jugadores deben usar parches sobre los ojos y ponerse gafas con cinta negra o totalmente plote-adas. El objetivo es que todos estén en la categoría que en el deporte adaptado se denomina de B1, es decir, de ceguera total. «Este es un deporte que ordena a los chicos, los hace competir y superarse. Los mayores son deportistas de élite como Ginóbili o Messi. Lo que pasa es que somos invisibles, como todo deporte amateur», explicó Martín Maidana, profesor de educación física y entrenador de la selección argentina de Goalball desde el 2008, en diálogo con Infobae.

La génesis del desarrollo del Goalball en la Argentina se produjo cuando se dejó de lado la práctica del Torball, un juego similar que, al no ser paralímpico, no contaba con apoyo económico estatal. Aquellos jugadores que ya estaban insertados en la práctica del Torball adecuaron su técnica y se pasaron al Goalball. Con el paso de los años, se logró que los más jóvenes directamente se iniciaran en el segundo.

El punto de inflexión para el crecimiento del Goalball se logró en el 2016 con su inclusión en los Juegos Evita que organiza la Secretaría de Deportes de la Nación. Se trata de una competencia en la que participan chicos y chicas de entre 13 y 18 años de todo el país, y la cual funciona como una usina importante para la captación de jóvenes promesas. En la última edición del torneo en Mar del Plata 2018 hubo 14 provincias que presentaron equipos de Goalball y la idea es que este año ya sean 16.

«Hay tres jugadores, de Catamarca, Río Negro y Buenos Aires, que salieron de los Juegos Evita y que hoy ya están en la Selección mayor», destacó Maidana.

Los jugadores de Goalball entrenan como cualquier deportista de élite: van al gimnasio, se cuidan con las comidas y hacen prácticas en cancha. Desde el cuerpo técnico de la Selección -bautizada como «Los Topos»– basan su trabajo en cuatro pilares: táctico, técnico, psicológico y físico. Para eso, incluyen en su preparación a un psicólogo deportivo y a un preparador físico.