Maravilla mexicana: La Cueva de los Cristales

La Cueva de los Cristales entra en la lista de lugares más raros del mundo por sus condiciones climáticas y lo que alberga. Ubicada en la localidad de Naica en el estado de Chihuahua, México, esta cueva posee los cristales naturales más grandes jamás encontrados en el mundo. Formados por selenita, el más grande todos los cristales es de 12 m de largo, por 4 m de diámetro, y se estima que tiene un peso de unas 55 toneladas.

En su interior, la cueva es extremadamente caliente. La temperatura del aire puede alcanzar los 58 ºC, y su humedad relativa es de entre el 90 y 99 %. Estos factores climáticos han hecho que aún se encuentra un poco inexplorada. Sin el equipamiento necesario, un hombre solo puede estar dentro de la cueva por unos 10 minutos. La cueva fue descubierta apenas hasta el año 2000.

Es uno de los lugares más extraños de la Tierra. Y también de los más infernales. La Cueva de los cristales gigantes de Naica, en Chihuahua (México), corta la respiración. Alberga unos colosales cristales de yeso, de hasta 11 metros de longitud y un metro de grosor, que se entrecruzan desde el suelo hasta el techo con un brillo blanquecino. Es lo más parecido que existe en el mundo al imaginario planeta de Superman.

No solo es una fantasía hecha realidad. Este entorno proporciona a los científicos una especie de laboratorio natural donde poder estudiar cómo se ha formado este singular fenómeno de cristalización cercano al equilibrio (cuando la transferencia de materia entre la disolución y el cristal es tan pequeña que el crecimiento es muy lento). Sus resultados arrojan luz sobre los fundamentos del crecimiento de cristales, una formación molecular omnipresente en la naturaleza y con numerosas aplicaciones tecnológicas.

Descubierta por casualidad en 2000 por dos obreros de la mina de Naica, la cueva de los cristales gigantes ha cautivado la curiosidad científica desde entonces. Allí trabaja desde hace casi 15 años el equipo que lidera el investigador del CSIC Juan Manuel García-Ruiz, cristalógrafo del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra. Las conclusiones de su trabajo se publican ahora en la revista Chemical Society Reviews, donde se recogen algunos hallazgos sobre los procesos geológicos que dieron lugar a esta extraña formación geológica.

“La imagen que emerge de los resultados obtenidos es, a ojos de un científico, tan fascinante como los propios cristales”, señala García-Ruiz. “La explicación del tamaño de los cristales gigantes, su aspecto más sorprendente, ha llevado a crear interesantes modelos de nucleación de minerales para mejorar el análisis de los procesos geológicos que ocurren a escalas espaciales y temporales fuera del alcance de la experimentación en laboratorio”, añade el investigador.

Procesos ultralentos

Según García-Ruiz, “la necesidad de estimar el tiempo durante el que los cristales estuvieron creciendo ha impulsado el desarrollo de nuevas tecnologías experimentales para medir la velocidad de procesos ultralentos, la datación de materiales ultrapuros y la termometría de la cristalización. La explicación de las diferentes morfologías cristalinas, en especial de las colosales “vigas” de cristal de hasta 11 metros se desvela finalmente como un resultado del crecimiento en macla”.

El conocimiento de los procesos ultralentos puede contribuir a numerosas mejoras tecnológicas. “A nuestra escala humana no solemos darle importancia a procesos que duran cientos de años, pero entre estos procesos están, por ejemplo, el deterioro por disolución de los contenedores de hormigón de desechos radioactivos o la estabilidad de las formaciones geológicas en las que se está proponiendo almacenar el CO2”, indica el investigador del CSIC Fermín Otálo.

Trabajar en esta cueva es como bajar al infierno. Sus más de 50 grados de temperatura y un 98% de humedad hacen imposible pasar más de unos minutos en su interior sin acabar deshidratado. Para evitar un golpe de calor, los visitantes tienen que usar trajes empacados con cubos de hielo y máscaras faciales con flujo de aire enfriado. Sin embargo, este calor es clave para la formación de cristales.

Durante milenios, la cámara estuvo inundada con agua rica en minerales, y las condiciones de calor estable eran ideales para que se formaran los cristales.Cuando se bombeó el agua de las minas, en 1985, cesó la formación de cristales. Ahora existe el peligro de que, expuestos al aire, los cristales colapsen poco a poco.

Se ubica a 300 mbnm en las minas de Naica, cerca de la ciudad de Delicias, en el norte de México. Estas minas se están explotando, por lo que el acceso a la cueva de los Cristales está restringido. Se puede visitar la cueva de las Espadas, que tiene cristales del tamaño de espadas.

La mayoría de los visitantes se queda en la cueva –que parece un escenario cinematográfico– menos de 30 minutos; permanecer más tiempo implica el riesgo de morir por calor. En el año 2000, dos hermanos trabajaban en las minas de Naica en Chihuahua cuando por casualidad dieron con una cámara. En el interior encontraron algunos de los cristales naturales más grandes de la Tierra: enormes vigas y obeliscos de selenita. Los más grandes tenían 11 m de largo y una antigu¨edad de más de medio millón de años. Fue un descubrimiento portentoso.