Bigotes electrónicos para potenciar el sentido del tacto de los robots

La piel humana cuenta con millones de terminaciones nerviosas, los llamados corpúsculos, que permiten registrar toda clase de estímulos. Por ejemplo, en un centímetro cuadrado hay tres millones y medio de corpúsculos destinados a percibir el dolor, quinientos mil para percibir sensaciones táctiles, doscientos cincuenta mil para detectar el frío y treinta mil especializados en registrar el calor. Es nuestra interfaz de comunicación con el mundo exterior.

En el reino animal, sin embargo, existen también otro tipo de sensores muy eficaces, por ejemplo, los bigotes de las focas. Este vello les permite detectar cambios muy sutiles en el movimiento del agua con los que localizar la presencia de peces. Es en este tipo de sensores naturales en los que se han inspirado los investigadores de la Universidad de Texas, en EEUU, para avanzar en la sensibilidad robótica.

La piel humana cuenta con millones de terminaciones nerviosas, los llamados corpúsculos, que permiten registrar toda clase de estímulos. Por ejemplo, en un centímetro cuadrado hay tres millones y medio de corpúsculos destinados a percibir el dolor, quinientos mil para percibir sensaciones táctiles, doscientos cincuenta mil para detectar el frío y treinta mil especializados en registrar el calor.

Es nuestra interfaz de comunicación con el mundo exterior. En el reino animal, sin embargo, existen también otro tipo de sensores muy eficaces, por ejemplo, los bigotes de las focas. Este vello les permite detectar cambios muy sutiles en el movimiento del agua con los que localizar la presencia de peces. Es en este tipo de sensores naturales en los que se han inspirado los investigadores de la Universidad de Texas, en EEUU, para avanzar en la sensibilidad robótica.

El objetivo final es que los robots puedan interactuar con el entorno de una manera mucho más precisa, sin causar desperfectos en los objetos que manipulan ni lesiones en los seres humanos. Hasta ahora, las tecnologías empleadas solo podían detectar variaciones en la presión de una forma relativamente rudimentaria. Sin embargo, los impulsores de la nueva tecnología robótica aseguran que además de dotar de sensibilidad a los robots, algún día mejorarán considerablemente la sensibilidad de las prótesis humanas, llegando a superar incluso las facultades de la piel natural.

No obstante, el principal obstáculo para esta última aplicación sigue siendo la “traducción” de las señales eléctricas de los sensores al lenguaje del sistema nervioso humano.

La robótica entra en una dimensión completamente inesperada, la dimensión de los bigotes de gato. Investigadores de la Universidad de Berkeley acaban de desarrollar unas fibras electrónicas táctiles que podrían ayudar a los robots a tener un sentido del tacto. Así es. Nos enfrentamos a un futuro de robots con pelos. El laboratorio de nuevos materiales de Berkeley llama a su creación e-Whiskers literalmente e-bigotes) porque, de hecho, se trata de una versión artificial de los largos bigotes que permiten a animales como los gatos o las ratas medir con precisión su entorno. Cada una de estas fibras está compuesta de nanotubos de carbono y partículas de plata, lo que las hace extremadamente flexibles y resistentes.

Altamente conductivos, estos pelos electrónicos son diez veces más sensibles que el mejor de los sensores de presión actuales. De hecho son tan sensibles que sirven para medir la dirección y fuerza de corrientes de aire. Ali Javey, profesor de ingeniería eléctrica y líder del proyecto, asegura