Norteamérica: ¡No nos volvamos a equivocar!

Quizás alguno de mis leales lectores recuerde una de mis columnas en la que afirmé que México había cometido el grave error de considerar que la firma del Tratado de Libre Comercio, hace 20 años, había sido una meta y no un punto de partida. Me refería al hecho de que, una vez firmado el acuerdo, nuestro país desmanteló toda una amplia, compleja y muy eficaz red de cabildeo, que tanto hizo para lograr un ánimo positivo entre muchos actores sociales, económicos y políticos del vecino país, reforzando la posibilidad de la firma.

Nada sustituyó a dicha estructura formada por académicos, cabilderos, empresarios y políticos de diferentes orígenes partidistas, que me parece (con los ajustes pertinentes) debió haber seguido activa para socializar la nueva realidad de integración comercial en Norteamérica, concientizando a la sociedad de los tres países, sobre el significado e impacto tan positivo que esta nueva integración norteamericana trajo consigo para México, los EUA y Canadá.

Eso provocó, en buena medida, que existiera un caldo de cultivo tan propicio para que el discurso falaz sobre el TLCAN que utilizó Donald Trump durante su campaña, tuviera tal acogida entre la sociedad norteamericana, poniendo incluso en riesgo su refrendo. Pues bien, hace apenas unos días,México, Estados Unidos y Canadá llegaron a la firma de un nuevo acuerdo al que se ha denominado T-MEC en nuestro país y USMCA enlas otras dos naciones socias, el cual reemplazará al TLCAN.Este tratado significa un rediseño casi completo del TLCAN, no sólo porque lo derogará, sino porque pasa de 22 capítulos a 34. Los temas que sufrieron mayores cambios fueron el comercio de bienes, con énfasis en la agenda automotriz y laboral, y la adición de temas de corrupción, gobierno corporativo y compromisos macroeconómicos mutuos.

El Acuerdo aumenta las restricciones de contenido regional para la industria automotriz, 75% de un coche tiene que haber sido producido con salarios de al menos 16 dólares por hora y 70% del acero y aluminio con el que se produzcan tendrá que ser de la región de América del Norte. Se limita también la exportación libre de arancel a 2.6 millones de vehículos anuales, una cifra relativamente baja respecto a los 2.7 millones que vendió México a EU en 2017.

La columna“The renegotiation of NAFTA is a relief. But it is not a success” de The Economist cuestiona los efectos políticos del USMCA para el discurso de reactivación de la economía de Trump. La promesa de regresar la industria automotriz a Estados Unidos depende principalmente de garantizar un salario mínimo de 16 dólares a los trabajadores. Sin embargo, esta medida por si sola no es suficiente para reactivar el empleo y el aumento de los costos de producción hará que sea difícil competir con los productores de Asia y Europa. Y si por estos nuevos acuerdos en materia de salarios el mercado mexicano pierde competitividad, los productores automotrices de EUA también perderán mercado.

Una de las promesas de campaña de Trump fue reactivar la región del “rustbelt”. Las reglas de contenido regional en el USMCA ponen presión sobre los fabricantes europeos y asiáticos de automóviles, pero para la Alliance of Automobile Manufacturersestadounidense existen pocos incentivos para la relocalización de fábricas que se mudaron a México durante las décadas pasadas. Por otra parte, empresas como Toyota ya tienen instalada su cadena de valor en los tres países de Norteamérica, por lo que no tendrían que cambiar su forma de producir. También, la tendencia hacia un menor consumo de automóviles en EUA en 2017 y 2018 desincentiva nuevas inversiones en fábricas estadounidenses.

El USMCA incluye una cuota libre de 100 dólares de aranceles para el comercio electrónico minorista, respecto al máximo de 50 dólares del NAFTA, buscanco crear certidumbre. También, se extienden los periodos para respetar patentes y derechos de autor en los tres países.Por otra parte, busca introducir un mercado financiero más abierto al permitir operaciones bancarias sin sucursal o representación en el país.Sin embargo, no introduce el tema de neutralidad de red, que tiene regulaciones opuestas en Canadá y Estados Unidos.

Sobre el mercado energético, el Acuerdo define el papel de las empresas propiedad del Estado, así como la titularidad inalienable e imprescriptible de los bienes del subsuelo para México. El Acuerdo busca que se mantenga su nivel actual de apertura respecto a las inversiones de los otros dos países en temas energéticos, e introduce un mecanismo de solución de disputas Estado-inversionista. Duncan Wood de Wilson Center comenta que estas provisiones dan continuidad a las inversiones de la Reforma Energética.

Una de las críticas emitidas en el New York Times en la columna “Worse than NAFTA” se dirige al nuevo mecanismo de revisión periódica cada 6 años, y la vigencia de 16 años del tratado.Los columnistas señalan que el periodo de incertidumbre de esta negociación se repetirá constantemente y deteriorará la relación comercial, si se compara con la estabilidad del NAFTA.

Los capítulos sobre compromisos macroeconómicos también son una innovación del tratado.  Se introduce el compromiso de evitar manipulación cambiaria y se crea un Comité Macroeconómico para compartir información sobre divisas, flujo de capital y balanzas comerciales. En el aspecto macroeconómico, una de las provisiones más controvertidas es el Capítulo 32 que exige a los miembros someter a aprobación de los demás, nuevos acuerdos comerciales con países que no tengan economías de mercado: los países deben notificar e incluso enviar el texto a los otros miembros del T-MEC y cualquier miembro puede determinar qué países no son economías de mercado. Esta provisión se inserta en la estrategia política de Trump para limitar la influencia del mercado chino en la región.

Respecto a las nuevas medidas para eliminar el soborno, la corrupción y el enriquecimiento ilícito, Laura Dawson del Canada Institute de Wilson Center destaca que Canadá logró que se mantuviera el statusquo del Capítulo 19 sobre solución de disputas. Esto permite que los conflictos se resuelvan por cortes especializadas; en vez de cortes nacionales, medida que buscaba Estados Unidos.

Uno de los riesgos del acuerdose encuentra en el proceso de aprobación en los congresos nacionales, según Brookings Institution. Tras la negociación del NAFTA en 1994, el Senado estadounidense no ratificó el tratado, dejándolo en un estado de “acuerdo”, lo que hizo menos vinculantes sus condiciones para las empresas estadounidenses durante los pasados 25 años. Los demócratas han lanzado un llamado a Trump para retrasar la firma del acuerdo; sin embargo, los republicanos lograron obtener una mayoría en el Senado durante las elecciones intermedias de 2018.

Este nuevo acuerdo es la base de una integración norteamericana, que podría ir mucho más allá del comercio y abrirnos una puerta hacia algo quizás como la Unión Europea. Es de alguna forma un seguro de que ciertas condiciones macroeconómicas y de mercado se mantengan por parte de los tres países, lo cual se vuelve aún más estratégico ahora que se pasea por estas tierras el fantasma del populismo. Ojalá y no nos volvamos a equivocar y tengamos una estrategia (pública y privada) para socializar lo relacionado con esta poderosísima región económica de la que somos parte y que podría ser la locomotora del desarrollo de otros países del continente, especialmente de América Central.