Fiscal anticorrupción autónomo y no Constitución Moral-Savonarola

Justo después de que dio por perdonados a todos los corruptos del viejo régimen priísta en sus diferentes sexenios, el presidente electo López Obrador puso en marcha la redacción de la Constitución Moral que carecerá de espacio político efectivo y que quedará como un documento sin valor político real.

El problema de fondo es que López Obrador hizo una campaña presidencial en torno a la corrupción del sistema político priísta para mostrar el puño de persecución. Y una vez en el poder descubrió que la corrupción no sólo es una aberración del sistema priísta, sino el engrane principal. Y como carece de una clase de relevo porque casi todos salieron del régimen priísta, lo mejor es disfrazar la corrupción con moralismo.

La falsedad del discurso anticorrupción de López Obrador se percibió con el perdón anticipado a los corruptos del pasado y en su decisión de evitar un fiscal anticorrupción realmente autónomo. Su intención de tener un fiscal carnal radica en la doble dimensión de sus escenarios: evitar que la persecución de corruptos del pasado le rompa la precaria base política de su gobierno con muchos funcionarios del viejo régimen ahora como estrellas del nuevo sistema lopezobradorista y permitir que las complicidades de la corrupción sean los acuerdos de estabilidad del gobierno morenista-lopezobradorista.

Mientras está rechazando un fiscal autónomo que defina la defensa de la ética del poder, del mismo modo ha encontrado una puerta de fuga en la Constitución Moral. El contrapunto político-filosófico entre ética y moral ha mostrado que la corrupción le sirvió a López Obrador para ganar votos y no para combatir corruptelas. La moral es un concepto religioso para asustar ingenuos y se califica como pecado, es decir, una falta a las leyes de Dios, en tanto que la ética sería de definición de una práctica política: castigar la perversión del servicio público. La moral tiene que ver con los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, en tanto que la ética tiene que ver con los delitos penados por las leyes del Estado.

Sólo como referencia, la ética tiene como espacio natural la política, como lo señala Aristóteles en su Etica Magna y Etica para Nicómaco. Así lo tradujo directo del griego antiguo el doctor Jesús Araiza, especialista en Aristóteles: “Puesto que elegimos hablar de las cosas éticas, en primer lugar, habrá que examinar de qué ciencia es parte el carácter (ethos, ética). Pues bien, para decirlo brevemente, parece que no es parte de otra ciencia que de la política. Pues, en los asuntos políticos no es posible actuar en absoluto sin ser de cierta cualidad; digo, por ejemplo, excelente. Y ser excelente es poseer las virtudes. Por consiguiente, si alguien está a punto de actuar en los asuntos políticos, es necesario que sea excelente en cuanto al carácter”.

La Constitución Moral y el debate sobre el fiscal anticorrupción autónomo que enmarcan el arranque del gobierno de López Obrador revive el gran dilema de finales del siglo XV, en pleno renacimiento, entre moral religiosa y ética del poder, la primera encabezada por el monje Girolamo Savonarola y la segunda capitaneada nada menos que por Niccolò Machiavelli, el monje de acuerdo con las leyes de Dios y el pensador florentino a partir de la razón del Estado.

La Constitución Moral lopezobradorista, por tanto, perfila a Savonarola, en tanto que el fiscal anticorrupción recoge a Machiavelli. Las tesis de Savonarola fueron populistas y definieron su propuesta de gobierno: el Tratado acerca del régimen y el gobierno de la ciudad de Florencia, basado en los valores morales del dominio ideológico de la religión, la filosofía moral, la virtud tanto del gobernante como del súbdito y bajo el argumento de que “la ciudad que debe ser feliz debe de tener todas las virtudes”, además de “oír las causas de los pobres”.

Machiavelli, más racional, proponía el dominio del Estado. Para esas prácticas del Estado no sirven las condenas morales ni religiosas, sino que se necesita de la ética aristotélica, de los valores terrenales. Por tanto, la Constitución Moral se inclina por rezos como penitencia en tanto que la ética implica delitos del código penal; así, la Constitución Moral no sirve para regular las relaciones sociales y políticas derivadas de las relaciones de producción y de poder y sea necesario, en todo caso, un Código de Etica del sector público con castigos penales determinados por la fiscalía independiente anticorrupción.

La ética cataloga delitos, en tanto que la moral invoca pecados; la primera tiene que ver con la realidad de la sociedad y la segunda con la conciencia frente a Dios. Por eso la Constitución Moral sea más propia de una secta religiosa y no de un Estado constitucional. Los pecados llevan al infierno, en tanto que la violación de la ética conduce a la cárcel.

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