Le’Veon Bell desafía las viejas ideas de NFL

  • Renunció a su equipo. A los Pittsburgh Steelers les va de maravilla sin él.

Piensen lo que quieran de la decisión de Le’Veon Bell de mantenerse fuera por toda la campaña en la persecución del tesoro de la agencia libre, pero la palabra clave aquí es «piensen».

Es tentador ahora retroceder a su esquina y quedarse con alguna conclusión instantánea apoyada por décadas de ideas establecidas de NFL: Bell está loco. Se le pasó la mano. Nunca obtendrá lo que busca. Renunció a su equipo. A los Pittsburgh Steelers les va de maravilla sin él. Es una tontería pagarles a los corredores.

Los hechos son que esto no se ha acabado, no podemos ver el futuro, y no se pueden sacar conclusiones de la jugada de Bell hasta marzo, cuando conozcamos qué tipo de contrato de agencia libre recibe. Si obtiene un megacontrato al estilo Todd Gurley, entonces todo habrá valido la pena. Pero si debe conformarse con un acuerdo a prueba, por una temporada, porque no hay suficientes equipos interesados, entonces habrá sido un gran error. No lo sabemos y no podemos conocer el resultado ahora.

Lo que sabemos es que la situación de Bell nos presenta con una oportunidad –incluso, quizás, una obligación– de pensar de modo diferente respecto a la NFL y su estructura económica. Uno de los mejores jugadores del mundo se acaba de despedir de la temporada de sus 26 años de edad porque pensó que era una decisión inteligente a largo plazo. Un empleado usó al máximo su palanca de negociación para tratar de ganar terreno en un sistema diseñado casi exclusivamente para beneficio del empleador. Si eso no nos hace cuestionarnos lo que pensábamos saber acerca de cómo funciona todo esto, se trata de una oportunidad perdida de nuestra parte.

Comencemos con la etiqueta de jugador franquicia en sí misma, un hecho ampliamente aceptado en la economía de la NFL, pero también un dispositivo anticapitalista diseñado a restringir la capacidad de cobrar de los mejores jugadores. Los Steelers no quisieron dar a Bell el acuerdo que él deseaba, pero tampoco lo querían perder. Afortunadamente, ellos operan uno de los 32 negocios en el mundo que puede quedarse con ese pastel en particular, y comérselo también. Por hasta unos tres años consecutivos, si los puede pagar, un equipo puede impedir a un jugador de llegar al mercado abierto simplemente designándolo como jugador franquicia, y asignándole un acuerdo por un año con un salario contemplado en el contrato colectivo de trabajo.

Se trata de una idea loca que los jugadores jamás debieron haber aceptado a inicios de los 1990s cuando fue propuesta en primera instancia. Pero, como tantas cosas en la NFL, se ha enraizado y los fanáticos simplemente la aceptan, especialmente cuando permite a tu equipo retener a sus mejores jugadores. incluso los jugadores realmente no desean pelearla durante las negociaciones del contrato laboral, porque la vasta mayoría nunca tendrá que lidiar con ella (una perspectiva que equivocadamente ignora el principio de que salarios más altos al tope del mercado son benéficos para los salarios en general). Lo que Bell ha hecho aquí es rechazar la noción de que no se puede hacer nada respecto a la designación de jugador franquicia. Los Steelers la emplearon como palanca en su contra en las negociaciones contractuales y la usaron dos años en fila para cerciorarse de que ningún otro equipo excepto Pittsburgh le pudiera ofrecer un contrato a largo plazo. La premisa es que Bell tenía dos opciones: firmar un acuerdo a largo plazo bajo los términos de los Steelers, o jugar bajo la etiqueta de jugador franquicia por un año. El convenio que ofrecieron los Steelers no era el que buscaba, y la etiqueta de jugador franquicia significó que ellos no tenían que mejorar su oferta para retenerlo. Al final, sucedió que Bell tenía una tercera opción, que era usar su propia palanca en la mesa de negociaciones y retener sus servicios. incluso cuando Bell lo telegrafió en enero pasado, casi nadie le creyó porque… bueno, ¿quién hace eso? Seguro, Sean Gilbert y Dan Williams lo hicieron a finales de los ’90s, pero ninguno de esos tipos estaba recibiendo 14.5 millones de dólares por sus designaciones de jugador franquicia, como hubiera hecho Bell en caso de jugar en el 2018. El tamaño de esa cifra y la presunción de que jugar al fútbol americano este año estaba entre las mayores prioridades para Bell ocasionaron que fuera sencillo desechar esa idea, prácticamente hasta que oficialmente lo cumplió el martes por la tarde.

Eso nos lleva a nuestro siguiente punto, que es el obvio pero de alguna manera olvidado hecho de que jugar al fútbol americano y cobrar 14.5 millones de dólares no estaban entre las prioridades de Bell para el 2018. La prioridad de Bell siempre ha sido el gran contrato de agencia libre que cree le espera cuando llegue al mercado abierto en marzo. Vio lo que recibió Gurley de Los Angeles Rams: 14.4 millones de dólares anuales por cuatro años, con 21.95 millones de dólares garantizados a la firma y otros 12.55 millones en garantías que corren a partir de marzo próximo. De ningún modo, oferta alguna de los Steelers, cuya estructura contractual necia y tradicionalista garantiza solamente el bono por firmar, se asemejaba a eso. Y habiendo observado a Kirk Cousins intentar una movida similar en la primavera pasada, Bell cree justificadamente que una agencia libre en el mercado abierto le podría conseguir incluso más de lo que recibió Gurley.