Después de Nadal, un desierto

  • La caída en la Copa Davis descubre un horizonte complicado para el tenis español masculino, supeditado al número uno y a la longevidad de la vieja guardia, y sin relevos entre los jóvenes a corto y medio plazo.

Lille, seguramente, marcó un antes y un después para el tenis español masculino.

El cruce contra la poderosa Francia suponía la última prueba del algodón antes de que la Copa Davis se renueve en 2019 y de la mano venga el cierre anticipado de una era dorada.

Sin Rafael Nadal en las filas, la segunda línea fue insuficiente y se adivina otra vez un horizonte de dudas e incertidumbres, porque a España se le ven desde hace tiempo las costuras.

Sostenida sobre la inmensidad del número uno, ejerciendo a sorbos en la Davis porque su chasis así se lo pide, se ha ido disimulando carencias que ahora son inocultables.

El tenis español se hace mayor, la vieja guardia dará en breve el paso a un lado y la base no ofrece brotes excesivamente esperanzadores.

es, ¿qué futuro aguarda?

“Yo no creo que lo próximo sea un desierto”, contesta el presidente de la Federación Española (RFET), Miguel Díaz, a los mandos del órgano federativo desde julio de 2016.

“No es normal que en un país como el nuestro, con los presupuestos que manejamos, haya ocurrido algo como lo que ha ocurrido durante este etapa”, aporta el dirigente, quien confía en que la durabilidad de Nadal se extienda por “dos o tres años más”, a sabiendas de que a la vuelta de la esquina el paisaje no es el más alentador, porque el contador avanza y los tenistas que han edificado la gran época van perdiendo brillo y cumpliendo años.

Hoy día, el listado mundial revela que el tenis español tiene a nueve jugadores entre el top-100 del circuito, de los cuales solo uno (Jaume Munar, 21) es menor de 25 años, con una media de edad en dicha franja de 30,2. Si se mira más abajo, en la relación de tenistas que figuran en el top-200, el promedio incluso aumenta (30,3 años) y solo uno de los ocho integrantes (Pedro Martínez Portero, 21) tiene proyección a largo plazo.

Desde hace años, los veteranos han sido los costaleros del éxito y ninguna promesa ha llamado a la puerta, a excepción de dos realidades pujantes como las de Alejandro Davidovich –campeón júnior en Wimbledon 2017, de 19 años y 283 en la ATP– y Nicola Kuhn –18 años, 353 del mundo–.

El efecto encubridor de Nadal ha maquillado un fondo más bien oscuro y la inestabilidad federativa hizo que se desatendiera la base durante años, de modo que ahora toca corregir sobre la marcha.

“Invertimos medio millón de euros más de lo que se hacía antes”, defiende Díaz, en alusión a una inyección cuyo objetivo es dotar de becas a los jóvenes más talentosos y crear torneos –tanto challengers como de categoría ITF– para que estos puedan ir desarrollándose e ir metiendo la cabeza en el circuito profesional de la ATP.

“Aguantar el tirón” hacia el profesionalismo

“Han salido muy buenos jugadores durante mucho tiempo, top-15 todos, y no creo que sea fácil que esto vuelva a pasar”, introduce el catalán Albert Ramos. “Cada vez es más complicado, porque los jóvenes no tienen recursos. Se necesitan muchos recursos para ser tenista. Hay unos años, de los 18 a los 22 más o menos, en los que el jugador no gana mucho dinero y es muy difícil aguantar el tirón de poder viajar, de tener un entrenador y estar a la altura de las exigencias del circuito. Es una situación muy difícil y hay que estudiarla muy bien para que puedan salir más jugadores”, agrega.

Paradigmático es el caso de Alex de Miñaur. Australiano, pero hijo de una alicantina, regresó a España a los cinco años y se convirtió en el mejor tenista de las categorías inferiores. Sin embargo, cuando sus padres solicitaron ayuda a la Federación de entonces recibieron un portazo en la cara y el chico decidió emprender la vuelta a Australia.

Hoy día, con 19 años, es el 38 del mundo y esta temporada ha alcanzado la tercera ronda de Wimbledon y el US Open, y las finales de Brisbane y Washington. Sin embargo, España fue incapaz de retenerle por la precariedad económica y el talento voló.

Ahora, sabiendo que la idea de otro Nadal es una utopía, la esperanza se deposita en proyectos como Carlos Taberner, Bernabé Zapata o Javier Barranco.

(19, 331), y en el vivero de los júniors en Carlos López Montagud (18 años, puesto 23) y Nicolás Álvarez Varona (17, 27).

El porvenir y el nuevo formato

“En España ya se ha dado esta situación en otras ocasiones y siempre ha surgido algún jugador gracias a la red de clubes que tenemos y al trabajo de nuestros técnicos. Quizá no saldrán unos como los que hemos tenido hasta ahora, pero yo estoy seguro de que tenemos jóvenes que el día de mañana serán buenos jugadores. ¿Qué serán el uno, el tres o el cinco? Eso es muy complicado, pero que estén el 20, 30 o 40 del mundo creo que tendremos unos cuantos. Vamos a tener que lidiar con esto en los próximos años”, admite con realismo Díaz.

Mientras tanto, al levantar la cabeza y mirar al frente, el futuro ofrece sobre todo incógnitas. Nadal no es eterno, no aparecen reemplazos para los pretorianos y en términos de Copa Davis el porvenir apunta a un giro revolucionario que a priori no parece beneficioso para España: la nueva competición transcurrirá a cubierto y sobre superficie dura, olvidándose de la tierra batida. Más o menos desértica, la perspectiva es en todo caso muy dura ahora mismo.