Hoy se festeja a San Luis de Francia, el rey humano

Cuando calificamos al rey Luis IX de Francia, como «el rey humano», lo hacemos con todas sus consecuencias, destacando sus virtudes y sus defectos, que también los tuvo a pesar de ser declarado santo de la iglesia apenas 30 años después de su muerte.

San Luis es el prototipo de rey y caballero feudal. Con él nace propiamente dicho el estado francés, por lo que su figura ha sido muy idealizada en el país galo.

El rey Luis IX nace en el año 1214. Su madre, Blanca de Castilla le inculcó con vehemencia  un estricto sentimiento religioso, poco común en aquellos tiempos de relajación espiritual.

Así, su madre solía afirmar que «prefería verle muerto antes que cometiendo pecado mortal».

Esta educación le hizo ser un «perfecto cristiano», muy concienciado con el sufrimiento de los más desfavorecidos. Sin embargo, también mostró prejuicios  contra algunos grupos sociales, como prostitutas o judíos, los cuales no entraban en su categoría de «necesitados».

Fue muy importante su vertiente reformadora, ya que lucho contra la corrupción, haciendo una reforma legal en uso durante gran parte de le Edad Media. Asimismo estableció los límites entre la iglesia de Roma y la iglesia francesa, evitando en lo posible los abusos de poder. Todo ello contribuyó a que el pueblo le quisiera como a un padre.

Siguiendo la llamada de la iglesia, organizó una cruzada.  La dirigió contra Egipto, que por aquellos años era la potencia musulmana más importante de Oriente Medio. Consiguió conquistar la ciudad de Damieta, pero poco después, su ejercito fue aniquilado en la batalla de Mansurah  (1250).

Él mismo resultó prisionero, siendo tratado con gran respeto por el sultán, aunque a cambio de su liberación tuvo que devolver la ciudad de Damieta y una enorme suma de dinero.

Así pues, su aventura cruzada se saldó con un rotundo fracaso. Tras unos años de estancia en Tierra Santa, regresó a su país al conocer la muerte de su madre Blanca de Castilla.

Con él se trajo un gran número de reliquias, a las que era muy aficionado, entre ellas varios fragmentos de la Vera Cruz, algunas imágenes de vírgenes antiguas, como la de Le Puy En Velay y sobre todo, la reliquia de la Corona de Espinas, instalada en la magnífica Saint Chapell, orgullo gótico de Francia, y que como dato curioso, su construcción costó solo una mínima parte del precio que pagó el monarca por la reliquia de la Corona.

Con los años, el Papa pidió organizar una nueva cruzada, la cual fue de nuevo dirigida por Luis IX.

Aunque ya era mayor, él mismo se puso al frente de la expedición que puso rumbo a Túnez como primera escala. Allí, el ejercito cruzado fue sorprendido por dos poderosos enemigos: los propios musulmanes y la peste, que les diezmó hasta el extremo de ocasionar la muerte del mismo rey. Era el año 1270, sus restos fueron trasladados a París, a la catedral de Saint Dennis, comenzando muy pronto el proceso de su canonización.

En  1297 era nombrado Santo de la Iglesia Católica.