El niño, la manzana y la maestra

Recurro a esta imagen que nos es tan familiar para referirme al caso tan publicitado del enjuiciamiento y exoneración de la maestra Elba Esther Gordillo. Pretendo representar así a otros elementos de la escena política en relación con este caso, que hasta ahora han sido, a mi parecer, pasados por alto por la opinión pública y por la mayoría de los medios de comunicación. Todo parece reducirse a pronunciamientos acerca de su inocencia o culpabilidad. El análisis se agota en la persona de la maestra Gordillo y el debate (si es que lo hay) gira más en torno a su persona, su proceso, su encierro, sus excesos o sus filias y sus fobias.

Al usar dicha imagen, en la que la maestra no está sola, trato de comunicar que, más allá de la líder magisterial, retratada ahí como docente, hay otros elementos y consideraciones que debieran ser tomados en cuenta para entender lo que ha sucedido y para advertir sobre los verdaderos riesgos y peligros que todo esto encierra.

He señalado insistentemente en mis colaboraciones semanales que la vigencia de un verdadero sistema feudal en México explica en buena medida las razones que nos han mantenido anclados en el subdesarrollo y el atraso. Para ilustrar a que me refiero al usar este símil, suelo citar la definición de la palabra feudo que consigna el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “…Contrato por el cual los soberanos y los grandes señores concedían en la Edad Media tierras o rentas en usufructo, obligándose quien las recibía a guardad fidelidad de vasallo al donante, prestarle el servicio militar y acudir a las asambleas políticas y judiciales que el señor convocaba…”

No pudo ser más útil a mis propósitos esta definición. Me explico. Con supuestas intenciones de gobernabilidad o de control de grupos u organizaciones fundamentales para la paz social o para el funcionamiento de un sistema determinado de gobierno, el régimen ha creado y alimentado a lo largo de muchos años, arreglos que al paso del tiempo han resultado perversos, a través de los cuales, prácticamente ha entregado a personas u organizaciones sectores completos de la economía, en los cuales los beneficiarios hacen o deshacen a su gusto, beneficiándose ampliamente de los mismos. La única condición es que resulten “funcionales” para los intereses del régimen que los coopta.

Fue asíque se entregó la educación al SNTE, los medios electrónicos de comunicación a unas cuantas familias, la industria petrolera nacional al STPRM, la burocracia sindicalizada a la FSTSE, (por mencionar solo algunos) sectores como ejemplo; muchos de ellos, en los que el gobierno fue perdiendo capacidad de maniobra y en los que frecuentemente tenía que obtener la aquiescencia de los líderes o dirigentes para tomar decisiones de autoridad.

Me consta que Elba Esther fue uno de los personajes más hábiles y funcionales (como lo fueron quienes le antecedieron en el SNTE) con quien contó incondicionalmente el gobierno para mantener el control de la gran mayoría de los maestros a lo largo y ancho del territorio nacional. Evidentemente, esa “funcionalidad” a la que me refiero dependía, en buena medida, de las prebendas y privilegios que los maestros obtuvieran, a través de los buenos oficios de sus líderes, y que podían resultar, a la larga, en detrimento de la calidad educativa. Fue funcional…hasta que dejó de serlo, lo que marcó el final de su papel como señora feudal.

Sintió que podía disentir y hasta oponerse a los planes del gobierno. ¡He sido liberada y la reforma educativa se ha derrumbado! exclamó en su conferencia de prensa, dejando en claro lo que siempre pensó de dicha reforma. Y esas diferencias de fondo, trajeron consigo las consecuencias de las que hemos sido testigos y que prenden focos rojos de alarma hacia el futuro de nuestra vida como nación en temas sumamente sensibles, tales como la vigencia del estado de derecho, la politización de la justicia (o la judicialización de la política), la transparencia y democracia de la vida sindical o la calidad de la educación, entre otras.

Ahí están el niño y la manzana a quien nadie parece prestar atención. Ahí está la forma en la que el régimen puede cooptar dirigencias o hasta ceder el control de temas tales como la comunicación, la educación o la producción petrolera. Ahí está también la forma en la que alguien puede disponer (aparentemente en forma legal) de cientos o miles de millones de pesos de cuotas sindicales sin incurrir, aparentemente, en omisiones fiscales. Ahí está también la forma en que de un día para otro se puede montar un proceso judicial que cae con la misma facilidad con la que surge. Ahí están los efectos tan negativos de una fiscalía sin autonomía, utilizada para cumplir las consignas del gobierno.

En el discurso escuchamos reiteradamente la voluntad de fortalecer la democracia y de transparentar la vida y el manejo de los recursos de los sindicatos, la decisión de no interferir en la vida y funciones de otros poderes, de poner por encima de todo y de todos, los intereses del pueblo, como son la educación o los recursos energéticos. De todo ello se habla en la llamada “cuarta transformación” que ha ofrecido el nuevo gobierno.

Todo ello suena muy bien, pero tendrá que ser llevado a cabo teniendo en mente el desmantelamiento de ese arreglo feudal tan pernicioso. Solo un gobierno que no haya sido parte de dicho entramado lo puede desmontar. Y solo podrá hacerlo si es lo suficientemente poderoso. Y todo pareciera indicar que el 1º de julio este gobierno acumuló la suficiente fuerza. Veremos qué hace con ella en este aspecto.