Mirada joven del 68; movimiento estudiantil, 50 años

Ha pasado medio siglo y el Movimiento Estudiantil de 1968 sigue siendo “algo no resuelto”, dice José Manuel Cravioto (Ciudad de México, 1981). El director de cine habla desde sus 37 años. Como para muchos de su edad, y otros más jóvenes, los hechos que culminaron con la matanza del 2 de octubre son un pasaje oscuro de la historia mexicana reciente, con versiones encontradas en las que “nunca quedaba claro qué había pasado”, con demandas que siguen vigentes y actos represivos que siguen sucediendo: “¿qué seguimos viviendo hoy en día con un periodista que la policía acaba de golpear la semana pasada u otro que acaban de matar hace 15 días?, pregunta.

Como muchos otros, Cravioto supo por primera vez de lo que sucedió durante esos 146 días de 1968, a través de La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska, ejemplar que sus padres conservaban en un librero de la casa. “Me di cuenta que ese libro lo tenían muchas personas, muchos hogares mexicanos, como un libro que era normal tener en casa”, cuenta en entrevista. Otra imagen, sin embargo, se clavó en su memoria: la de ese niño anónimo, quizás con los siete u ocho años que él tenía entonces, fulminado en Tlatelolco, con el torso descubierto y huellas de sangre en los brazos.

Eso me dejo marcado de por vida, esa fotografía y ese libro fueron una búsqueda recurrente durante años; entonces me di cuenta que había sido un suceso que estaba en la memoria reciente y colectiva del mexicano pero que era algo no resuelto: donde se hablaba de una matanza, de un conflicto político, de la CIA, de Echeverría, de Díaz Ordaz, de los líderes estudiantiles, de la guerrilla, una cantidad de temas que resultaban muy confusos”, dice. Cravioto se convirtió entonces en director de cine. Estudió en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) y hasta ahora suma cinco filmes con Olimpia, cinta que estrenará en septiembre próximo, en el marco del 50 aniversario del Movimiento Estudiantil.

Su llegada al CUEC, donde conoció como profesores a esos jóvenes que filmaron casi clandestinamente El Grito (Leobardo López Arretche, 1968), la cinta más icónica del 68 mexicano, y las historias que su propio padre le contaba, detonaron en el director la idea de escribir el guión de Olimpia. “Mi papá, que realmente quería ser futbolista, estaba estudiando medicina, tenía problemas en su casa, era un joven que, más allá de estar interesado en el movimiento, le estaba tocando vivirlo porque estaba en la Universidad”. Los conflictos en la casa estaban relacionados con que el abuelo era un militar en retiro que le prohibía y le advertía a su hijo de los peligros de participar en el movimiento.

Cravioto decidió hacer una película que hablara de esos años, pero no exclusivamente desde la situación política imperante sino más bien desde la esfera individual de esos jóvenes que, como su padre, se vieron envueltos en un movimiento cuyos alcances siguen siendo motivo de reflexión y conmemoración. “Ese fue el germen, el de los jóvenes de 19 a 25 años que en realidad no han llegado a la madurez, pero que ya estaban en un movimiento así que no tienen claro qué van a hacer de sus vidas pero que se involucran en un movimiento tan grande, tan poderoso y con tal ímpetu”.

Para contar el 68, el cineasta escribió cinco historias: la primera, de un joven al que sus padres le prohíben formar parte de las manifestaciones y mítines, advertidos por el peligro que representa enfrentarse al gobierno; la de una joven que a la manera de la poeta uruguaya Alcira Soust Scaffo, quien debió esperar en un baño la salida del Ejército de Ciudad Universitaria, queda incomunicada y la de un líder estudiantil cualquiera, un líder de brigada que debe organizar los boteos y volanteos en la ciudad. Cravioto también decidió hacer un doble homenaje al cine, a sus profesores y a su escuela: sus dos historias restantes se refieren a un grupo de jóvenes que deciden dejar testimonio grabado del conflicto;  la última es de otro joven, estudiante de arquitectura, que descubre que su verdadera vocación está en el cine.

Definitivamente creo que el 68 es una herida que no cerró y creo que es un movimiento que no ha concluido tampoco, es un movimiento vivo, no creo que necesariamente esté vivo en la imagen que tenemos de las marchas, de lo que nos cuentan nuestros abuelos o nuestros padres, que van cada año a una marcha conmemorativa. No, me refiero a que vive en la gente que quiso hacer una película conmigo, en muchos jóvenes; te das cuenta que en muchos frentes y en muchos lugares está vivo. Con Olimpia quiero dar mi postura del movimiento de una manera positiva, no de mirar al pasado con recelo y con sed de venganza sino con la idea de que el movimiento está vivo, es un ser vivo y joven y que hay que cuidarlo como tal”.

Olimpia se filmó en 12 días, principalmente en locaciones de Ciudad Universitaria (un 60% en la Facultad de Ingeniería, que es la que mejor conserva la estética que CU tenía en esos años), pero también en Tlatelolco y sus alrededores y en casas privadas. Cravioto estima que la cinta pudo haber costado 20 o 25 millones de pesos, pero en realidad fue un esfuerzo colectivo al que terminó dando respiro el financiamiento de la propia UNAM.

Recrear marchas y mítines no fue el camino elegido por el director, “hubiera sido bastante caro y complicado y en realidad nunca se logra captar esa energía”. En su lugar inserta imágenes originales de El Grito que, cuadro por cuadro, han sido intervenidas con rotoscopía, una técnica de animación que consiste en dibujar digitalmente sobre cada fotograma. Además de unos cien estudiantes de la Facultad de Artes y Diseño (FAD), que realizaron ese trabajo, en la cinta participan los actores Nicolasa Ortiz Monasterio, Luis Curiel, Daniel Mandoki, Diego Cataño, Lumi Cavazos, Tiaré Scanda, Rolf Petersen y Valentina Buzzurro.

El 68, dice Cravioto, también sigue estando vivo porque sus problemas siguen vigentes: “lo que los jóvenes querían en ese momento que salieron a la calle, jóvenes que no eran ni pagados ni acarreados sino jóvenes y padres de familia que querían un mejor México, que fuera menos violento, que no hubiera represión, que hubiera libertad de ideas. Y, ¿qué seguimos viviendo hoy en día? Hay represión, hay violencia. Lo que querían en el 68 era justo que hubiera un clima de paz y de libertad, no era más que eso, creo que este ser vivo joven tiene que ir hacia allá y proponer la pelea por un país libre y pacífico”.