Conclusión: la continuidad no es opción

Transcurridas las campañas y la jornada electoral, únicamente queda pendiente la formalización de los resultados arrojados en las elecciones. Teniendo en cuenta la desbordante pasión entre simpatizantes de los contendientes, donde se han aferrado a como dé lugar al triunfo, las posturas culminan completamente encontradas, máxime que prevaleció el odio y rencor.

Lo inesperado de la atípica y enrarecida contienda electoral ha marcado un hito en la historia del país, el proceso de descalificación entre unos y otros, los insultos y las acusaciones vertidas naturalmente que dejan huella, fue imposible sostener la civilidad política, la cordialidad, la cortesía y el respeto, por el contrario la hostilidad y agresión fueron huéspedes permanentes con gran influencia en las campañas.

Sin duda existen múltiples factores que provocaron y dieron pauta para ello, entre otros muchos se destacan las autoridades electorales anodinas y completamente rebasadas y complacientes. Basta el aval inédito de un candidato independiente que obtuvo su registro a través de trampas, seguramente tal hecho nos dará un vergonzoso espacio en los récords de Guinness y acrecentará la fama pública ante la comunidad internacional de México como país sin leyes ni Estado de Derecho.

También el gobierno tuvo una importante participación, de forma por demás evidente y sin recato alguno rompiendo los más elementales principios democráticos utilizó entre otras instituciones a la PGR para denostar ilícitamente a Ricardo Anaya, con el único afán de bajarlo de la contienda ante la atónita, pasiva y cómplice mirada de los árbitros electorales.

Por último cabe agregar la ola de violencia y crímenes electorales como nunca antes se habían visto, muchos de ellos quedarán sin aclarar, aunado a la compra descarada de votos, reparto de despensas y promesas de dádivas, aprovechando y lucrando con la marginación en que vive un gran segmento del electorado.

¡Esta es nuestra realidad!, que esperábamos, la cuestión estriba en cambiarla, pues de continuar de esa manera ¿hacía a donde nos va a conducir?, simplemente a cambiar un grupo en el poder por otro.

Los ánimos están caldeados y se requiere enfriarlos, la contienda deja un México fragmentado e insatisfecho, los contendientes terminan con liderazgos desgastados, sin posibilidad por sí solos de enfrentar un proceso de reconciliación nacional, de apaciguar las aguas y comenzar mecanismos de diálogo y entendimiento, curiosamente el día después se necesitan liderazgos emergentes.