¡Hagámonos cargo, carajo!

Con un gran abrazo para los padres de Javier Salomón, Daniel y Marco

Escribo estas palabras en esta ocasión desde las profundidades gélidas de la tristeza, el desconsuelo y la desolación, desde esa aflicción extrema que producen la angustia, la impotencia y la falta de respuestas.

Tengo 4 hijos que tienen los mismos sueños, inquietudes, intereses, aspiraciones y aflicciones de estos tres muchachos desaparecidos en Jalisco recientemente y sobre quienes hemos leído y escuchado tantas cosas en los medios de comunicación. Entre ellas, las más horripilantes han sido las que describen las conclusiones a que han llegado las autoridades de Jalisco al realizar una investigación sobre lo sucedido después de su desaparición. Conclusiones que, más allá del sustento científico que pudieran tener y quizás por su repugnancia, han resultado inadmisibles para muchas personas a lo largo del territorio nacional y especialmente, dentro de los límites del estado de Jalisco.

No tengo la capacidad, ni la información, ni los elementos necesarios para emitir un juicio o siquiera una opinión sobre la veracidad de todo lo dicho y ciertamente, mi alma, la de un padre de 4 muchachos de la misma generación y tan parecidos a ellos tres, prefiere pensar que es falso y que algún día volveremos a verlos y a abrazarlos.

No me ocuparé entonces de los aspectos relacionados con la criminalística o las investigaciones que se han llevado a cabo, sino del terrible significado de todo lo sucedido, en relación con el futuro de este país y de las generaciones que nos siguen. En ese sentido, quiero llamar la atención de mis lectores hacia el hecho de que lo que se nos ha comunicado como conclusiones de las autoridades, si bien pudiera no ser cierto, si es verosímil; esto es, pudo haber sucedido en la realidad que vivimos. Una realidad en la que levantones, asesinatos y desaparición de cadáveres, son cosas de todos los días, llevadas a cabo por personas que parecieran capaces de todo.

Guillermo del Toro declaró en su cuenta de Twitter algo que yo suscribo completamente “El por qué es impensable y el cómo es aterrador”. Pero más allá del por qué y el cómo, me referiré al quién, pues quizás en los antecedentes de quienes llegan a cometer estos delitos, encontremos alguna explicación y -ojalá-, alguna pista para entender lo que debiéramos de hacer.

Basta ver el video del rapero QBA, quien se nos ha dicho que se ha declarado culpable de lo que, supuestamente, sucedió con los cuerpos, para darnos cuenta de la realidad en que viven muchos de estos jóvenes, que parecieran no tener destino o siquiera una esperanza. Con más de 120,000 seguidores, este joven nos muestra videos en los que se hace apología de la violencia y la droga, y se nos muestra como, según este “artista”, se vive en “el vecindario”.

Ver ahí a esos jóvenes de ambos géneros, ha traído inevitablemente a mi memoria, aquellas historias que todos los días me comentaba mi señora, cuando se hizo cargo de lo que equivalía al DIF de la Ciudad de México. Historias sobrecogedoras que quizás explican la forma de ser y actuar de personas como el rapero. Durante esta labor se iba a meter a las coladeras y a las vecindades, así como a los lugares de prostitución en La Merced y aquellos terribles orfanatorios para “niños de la calle”, siendo así testigo de vivencias que le partían el corazón: adolescentes viviendo con sus perros en total promiscuidad y con bebés recién nacidos, y sexoservidoras atendiendo clientes con sus hijos en la misma habitación, después de desfilar en la más degradante pasarela de comercio carnal en La Merced.

Conociendo esta realidad, me pregunto si el rapero será uno de esos niños víctimas del abuso sexual a los que se refiere Mora Fernández en su increíble tarea al frente de la Casa de la Mandarina, o si será uno de esos  pequeños que permanecían amarrados mientras sus madres iban a la maquiladora, o alguno de los llamados “niños de la llave” que en algunas colonias de Cancún andan por las calles con una llave de su casa amarrada al cuello, pues ni su padre ni su madre estarán con ellos en todo el día.

Y me pregunto entonces si debemos sorprendernos por la verosimilitud de esas crónicas de horror o por la realidad de cada una de las historias humanas que hay detrás de cada nini, sicario o procesador de cadáveres.

Es cierto que corresponde principalmente a las autoridades velar por la vigencia del Estado de Derecho, por el imperio de la ley, pero me atrevo a afirmar que a nosotros podría quedarnos muy cerca alguna realidad que nos disgusta y que podríamos cambiar, como las que he descrito en estos párrafos. No sucedió esto a nuestros hijos, pero debemos entender que, en alguna forma, todos somos los papas de Javier, Daniel y Marco. Entenderlo así, como el primer paso para tomar cartas en el asunto.

Ahí están decenas o quizás cientos de organizaciones de los ciudadanos buscando diariamente apoyo y participación comprometida de nosotros para ayudar a resolver precisamente situaciones sociales complicadas. Quienes las dirigen son misioneros o misioneras ejemplares que entregan diariamente lo mejor de sí para cambiar realidades. Pero no pueden hacer todo solos o solas. Nos necesitan. ¿A cuántas y cuales estamos apoyando?   Esto que ha sucedido es una nueva y dramática llamada de atención. Perdón por incomodar pero debo exclamar ¡Hagámonos cargo, carajo!.